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Cualquier apuesta cuesta dinero, pero la intención es recuperarlo con creces. Esto vale igual para las elecciones que para el Banco de Hierros de Braavos, que optó por financiar a Cersei Lannister y su derecho sobre los Siete Reinos y, si se es seguidor de 'Juego de Tronos', ya se sabe que «los Lannister siempre pagan sus deudas»... cuando pueden. Sin embargo, el problema no está en por quién se apuesta, sino con qué pretendían seducirnos. La guerra en Poniente se alarga ya ocho temporadas, pero resulta bastante más interminable el campañón que estamos arrastrando desde hace más de un año y que ha terminado con la doble cita cuyo partido de vuelta se ha programado para el domingo que viene.
Es triste ver cómo grandes partidos han puesto a candidatos que más parecen descartes de tienta que morlacos de primera, como deberían ser. Argumentos idiotas, propuestas estrafalarias y palabras huecas como algunas cabezas de cartel. Hagamos cuentas... con lo que cuenta.
Un problema evidente en la economía española está en que tenemos que importar mano de obra poco cualificada, mientras que nuestros jóvenes mejor formados tienen que emigrar. No hace falta tener un premio Nobel para darse cuenta de que nos encontramos con un problema de ineficiencia.
La respuesta más estúpida es asegurar que tenemos un sistema educativo que sobrecualifica la mano de obra, como si tener un alumnado que saca adelante esas carreras fuera un problema y lo responsable fuera animarles a que dejaran su talento a un lado y cambiaran los libros por un tirador de cerveza.
Se puede decir que es bueno que nuestros jóvenes se vayan a otros países a crecer profesionalmente, pero el problema es que luego no tienen a dónde volver. Además, los estadounidenses, alemanes o británicos no emigran aquí para buscar empleo y si se mueven de sus países, lo hacen precisamente hacia otro de esos destinos Top a los que nuestros mejores cerebros se van.
No tenemos una juventud superdotada. Tenemos un tejido productivo incompetente. Y la cosa no mejora: crece el turismo y la construcción, pero son sectores que dependen de cómo les vaya a otros que encabezan la cadena trófica. Centramos nuestra generación de empleo en áreas donde simplemente se recoge el capital que a otros europeos les sobra de la riqueza que sí generan de forma autónoma.
¿Y esto importa a alguien? Pues no, ya que, si se habla de economía, suele ser para dar vueltas con las pensiones, las prestaciones por desempleo u otras cosas que está muy bien defender, pero que no reparan el motor de nuestra economía. No se discute sobre cómo explotar bien la veta de oro de nuestra mina, sino en cómo racanear las raciones del puchero que pobremente podemos juntar con las cuatro pepitas que hoy conseguimos sacar de la mina. Así nos va.
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