Traiciones y traidores
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Una historia de adhesiones eternas e ideales olvidadosResiste al olvido la historia de Ambrosio y su nieto, un perfecto canalla. Sufría el anciano una terrible enfermedad a la que, a ojos del granuja, se añadía una tara. Además del alzhéimer, Ambrosio era muy de derechas. Así que el nieto, entregado a su ... familia como un buen Corleone, siempre que había elecciones se ofrecía solícito para ayudar al abuelo -«yo te meto la papeleta»-, y al sobre que iba a parar la del partido comunista, pues una cosa es la democracia y otra dejar a la gente votar sin criterio. Si a Dios le place que escriba en renglones torcidos, pensaba el granuja, pero nosotros mejor enderezarlos desde el origen. De este modo, el día en que un coche mal encarado se llevó por delante a Ambrosio la dictadura del proletariado perdió a su mayor mecenas, y el pobre sin saberlo. Quedó serena la conciencia del nieto, porque en su fantasía sólo rescataba al vejete de un error recurrente; que el alma será blanca pero la sangre roja, y de aquella no has de preocuparte mientras esta fluya rumbosa por las venas hacia el corazón. Rojo también, por cierto. Sirva la anécdota para ilustrar el fenómeno de las adhesiones inquebrantables, gente aferrada a unas siglas como la carne a la uña, y el sabor de la traición. La del nieto a su abuelo, la de la realidad a los ideales. Vayamos a esta última. Veo el monolito de Broseta y me pregunto qué pensará un socialista ortodoxo ante la coplilla de Sánchez con Bildu, ni contigo ni sin ti, mientras la brisa invernal agita esa cinta dorada -«la promoción del 68 de Derecho a su inolvidable maestro»- y unas rosas blancas se mustian a la espera de que otra mortificadora efeméride les regale la primavera. Respondo al militar que se dirige a mí en el Clínico desde un desvencijado pupitre de instituto -«¿es la tercera dosis, ha pasado el Covid?»- y recuerdo las andanadas del amigo morado para expulsar al Ejército de Expojove. Repaso cada servidumbre de los pactos del hambre: la vista gorda ante el escándalo de los menores tutelados, pidiendo Puig no señalar a ningún partido mientras nadie protege a la Iglesia de quienes la criminalizan por hechos similares confundiendo la parte con el todo; la convivencia con los que propugnan un impuesto al turismo salvador, apoyan el referéndum catalán o azuzan el 'no a la guerra' aunque precisamente sea eso lo que se trata de evitar; la ineptitud de dejar en pleno acabose la reforma laboral en manos de Rufián y Otegi. La política se parece ya demasiado al fútbol. En tiempos de crisis sólo hay cesiones, cuando el juego se atasca por el centro animan el cotarro los extremos y a la hora de la verdad, en el punto de penalti de las urnas, la objetividad declina ante la pasión por los colores. Como habría hecho Ambrosio, como hacía por él su nieto.
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