Narciso Michavila pronosticaba el lunes por la noche en una televisión nacional la victoria prácticamente segura para el PP de Carlos Mazón en la Comunidad ... Valenciana. Imagino a esa misma hora, en su despacho del Palau de la Generalitat rodeado de sus más íntimos colaboradores, a un Ximo Puig implicado de lleno, ultimando la redacción de uno de los discursos más inesperados -por sorprendente, creativo y ambicioso en las medidas planteadas- de sus dos legislaturas como presidente del Consell. Maquinando su propia transformación fiscal. Toda una declaración de intenciones cara a una campaña electoral que ya ha empezado, cambiando de opinión en un tema esencial -después de sonados conflictos con la Comunidad de Madrid e Isabel Díaz Ayuso- y decidiendo el mejor momento para hacer sonar sonar la traca. Dejando así a suerte la próxima jugada. O como se dice en casa, el último que salga que cierre la puerta y apague la luz. Y todo, en el día que salvaron a nuestro planeta de un meteorito descontrolado. Ciertamente desconcertante.
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Que Ximo Puig se haya saltado su propio guión anunciando una bajada de impuestos que nadie esperaba, sorprendido tanto a propios como a extraños, es un acierto en clave política. Además se pone de acuerdo en algo con la oposición que aún así va por delante en este asunto ahora pidiendo la rebaja del IVA de buena parte de los alimentos de la cesta de la compra. A ver qué opina Puig. En cualquier caso, con su discurso, toma la iniciativa, se suma a un discurso que lideraba en solitario el PP, haciéndose hueco propio en los medios de comunicación nacionales. Arrancando segundos de telediarios. Pese a todo, el eco de sus medidas aún suena con estruendo desde el coso de Les Corts por muchos aspectos más allá de la cuestión fiscal.
Desconozco cuántos asesores estaban al tanto de la 'transformación' que iba a protagonizar el Presidente Puig anunciando una bajada de impuestos tan sólo, unas pocas horas después, de haber reivindicado exactamente lo contrario aprovechando además la fugaz visita de Pedro Sánchez al Palau de la Generalitat. Mientras ambos se mostraban unidos contra la bajada de impuestos y un mejor trato del Estado para aquellas comunidades que no rebajasen su fiscalidad, dos pisos más arriba se cocinaba exactamente lo contrario. Un as en la manga en forma de rebaja fiscal confiada en no ser castigada.
Pero ahora viene lo difícil: toca elaborar los presupuestos de acuerdo a la batería de medidas anunciadas, ponerlas en práctica y engrasar todos los mecanismos de la administración para asegurar su ejecución para que efectivamente todas esas ayudas lleguen al bolsillo de los valencianos. Se trata de gestionar bien y que no pase como con los fondos europeos que han pasado a ser, más bien, una cuestión de fe. Lo cierto es que quedan pocos meses para las elecciones autonómicas y, si todo lo que han anunciado se cumple, a las arcas públicas les pasará en julio del año que viene lo que a muchos valencianos a final de mes.
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