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La transición del Levante

Héctor Esteban

Valencia

Viernes, 1 de septiembre 2017, 10:05

Al Levante UD entrar en concurso le vino como un guante. Tocó fondo. Una vez más. Y tomó impulso para ordenar primero sus cuentas y después su futuro. Los descensos han sido de ida y vuelta. La paciencia, la mejor virtud. El camino nunca está alejado de los tropiezos. La clave ha sido aprender del error. El gran acierto de esta temporada ha sido mantener a Muñiz. La humildad del entrenador es la base sobre la que se asienta un equipo que mantiene la inercia ganadora de la temporada pasada. El Levante ha sido inteligente para sentirse acunado por la grada. El dinero que deja la televisión, unos 40 millones de euros esta campaña, es suficiente para cubrir el presupuesto. Renunciar al dinero de los abonados premiados por su fidelidad durante la travesía por Segunda garantiza un estadio lleno cada jornada. Felicidad compartida. Además, desde la dirección deportiva se ha realizado un trabajo minucioso para retocar la plantilla. El hallazgo de Bardhi, el nuevo francotirador del levantinismo, es consecuencia del trabajo bien hecho. A los jugadores así hay que encontrarlos pero para eso hay que rastrear el mercado. Además, y sin prisa, ha reformado el Ciutat de València para ofrecer la imagen de un estadio ajustado a Primera División. El Levante, en los dos primeros partidos de la presente temporada, ha dado pistas sobre sus intenciones en este campeonato. No va a ser un equipo sencillo, fácil de derrotar. Ordenado, disciplinado en defensa y con variantes arriba a la espera de la llegada de un Caicedo de turno antes de que finalice el plazo para fichar. Un bloque bien guiado desde el banquillo por Muñiz, un técnico que sin hacer ruido saca el máximo rendimiento de sus equipos. Además, cada jugador asume su papel en un equipo sobresaliente en el compromiso. Nadie por nombre tiene el puesto asegurado y Muñiz ha dejado detalles durante la pasada temporada de que decisiones impopulares se traducen en un beneficio para la plantilla. El presidente, Quico Catalán, señaló el día del ascenso que el objetivo era no volver a apearse de la élite del fútbol español. En ello está el Levante. En menos de diez años el club ha pasado del desahucio económico a presentar un estado de salud envidiable. Las ventas de jugadores -Camarasa es el último ejemplo- se cuentan por éxitos. La identidad se mantiene tras rechazar el dinero americano y los pagos con los bancos están tan al día que se han superado incluso las mejores expectativas. Catalán tiene fecha de caducidad en diciembre de 2019. Por voluntad propia aunque parte del levantinismo reclame su permanencia. Sólo en su mano está esa continuidad. El Levante tiene unas bases sólidas en lo económico y en lo deportivo. La clave está en acertar con la ruta de la transición.

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