Tal día como hoy hace 30 años, Manuel Broseta Pont caía abatido a las 10:20 AM de un único y traidor tiro en la nuca cuando se dirigía a dar su clase de Derecho Mercantil. Los terroristas lo sabían bien, era una de sus ... pocas rutinas. Para él la Universidad lo era casi todo; era junto a Jávea uno de sus refugios. La Universidad le aportaba el privilegio de mantener estrecho contacto con los jóvenes y con el entorno docente; Jávea la licencia de ese merecido respiro que todos necesitamos en ocasiones para reflexionar y para disfrutar de los nuestros.
Hace cincuenta y tres años, el 7 de junio de 1968 la banda terrorista ETA asesinaba a tiros al guardia civil José Antonio Pardines en Villabona (Guipúzcoa). Cuarenta y dos años más tarde, ETA cometía su último asesinato, el del policía francés Jean-Serge Nerin muerto en un tiroteo el 16 de marzo de 2010.
Cuarenta y dos años de horror, terror e indignación que se saldaron con 3.500 atentados, que grabaron en nuestra memoria un inasumible balance de 864 ciudadanos asesinados, de los que 206 eran guardias civiles, 149 policías nacionales, 86 militares, 32 políticos, 24 policías municipales, 13 ertzainas, 10 profesionales de la administración de justicia y 1 mosso de Esquadra, además de 2.600 heridos y más de 7.000 víctimas.
Manuel Broseta Pont fue uno más entre ellos, seguramente para muchos de los que leen hoy esta columna homenaje y tuvieron la oportunidad de conocerlo no fuera así pero, no me cabe duda alguna de que él sentiría el orgullo de ser solamente eso, uno de entre ochocientos sesenta y cuatro hombres y mujeres buenos que pagaron con sus vidas por cumplir con la responsabilidad de lo que representaba cada uno de ellos.
Broseta era amigo de muchos de vosotros, maestro de jóvenes abogados y juristas, ciudadano comprometido y uno de los más reputados mercantilistas de España.
Fue compañero de muchos que como él, apostaban por cambiar las cosas en una situación política y social convulsa y falta de libertades. Eran los tardíos años 60 y primeros 70 del pasado siglo. Tiempos de implicarse, de compromiso y de riesgo personal para muchos hombres y mujeres que a través de posiciones político/reivindicativas; desde la clandestinidad la mayoría de ellas, se arriesgaban por cambiar la sociedad en la que les toco nacer.
Ya en los 80, a petición de su amigo Fernando Abril Martorell y de Adolfo Suarez dio un paso al frente y se incorporó a las listas del Senado por la UCD, lo que le brindó la oportunidad de implicarse y comprometerse de modo activo y decisivo en la defensa de nuestras señas de identidad como pueblo, en la construcción del estado autonómico desde la Secretaría de Estado para las Comunidades Autónomas y especialmente, en la defensa de los valores constitucionales. A grandes rasgos, esa era la vertiente más política de Manuel Broseta Pont. Su vertiente familiar, personal y académica, la mantendré en mi intimidad y en los recuerdos de cada uno de los que tuvimos el privilegio de conocerlo.
Durante estas tres décadas de orfandad he defendido que las víctimas del odio, de la sinrazón y de la podredumbre ideológica e intelectual fueron todos ellos; Manuel Broseta lo fue del mismo modo que todos los que pagaron el más alto precio imaginable: sus vidas.
Pero no debemos olvidar que el terrorismo también marcó las vidas de muchos otros, víctimas que no fueron asesinadas pero que tuvieron que reorientarlas buscando un nuevo norte: secuestrados, heridos, familiares, amigos... el dolor y el sufrimiento son permeables y todos los que vivimos y sufrimos aquellos años debemos contribuir al recuerdo de lo que aportaron a la vez que oponernos abiertamente a cualquier intento de blanqueo del relato.
¿Cuantos hermanos, hijos, padres, amigos o compañeros hemos llorado, recordado su ausencia y anhelado su cercanía durante éstos años? ¿Cuántos nietos no han podido disfrutar de sus abuelos? ¿Cuánto valor, intelecto y patriotismo ha perdido nuestra sociedad? Todo ese dolor es sencillamente incuantificable a la vez que injustificable y obliga al recuerdo, a la memoria de su impronta y a la estricta exigencia de la aplicación de la justicia para los asesinos materiales, los inductores y sus cómplices.
Por todos ellos, por nosotros y por una sociedad que sigue pagando hoy en día el inmerecido daño causado por el terrorismo etarra durante 42 años, tenemos la obligación de exigir y velar su recuerdo y su memoria, la dignidad de su legado y el reconocimiento de su sacrificio al mismo tiempo que ensalzar y compartir con los más jóvenes la aportación de todos esos hombres y mujeres en pro de cómo su sacrificio y lealtad contribuyeron al actual estado de libertades individuales y colectivas.
Ésta es una necesidad didáctica a la vez que una obligación histórica que, en ocasiones, ha de remar a contracorriente por dos cuestiones fundamentales, la temporal que viene condicionada tras más de diez años sin atentados y la educativa ya que hemos de resaltar el escaso, por no decir inexistente, explícito contenido académico con que nuestros jóvenes se encuentran en sus planes de estudios.
Como contrapartida a esta realidad somos muchas las fundaciones y asociaciones, la que me honro en presidir entre ellas, las que trabajamos día a día para concienciar con respecto a lo que el terrorismo supuso para una sociedad que iniciaba sus pasos en favor de una incipiente, ansiada y joven democracia. Democracia aquella que se veía desestabilizada con cada uno de los atentados perpetrados. Nuestra labor nos es otra que la de promover aquellos valores y principios que nos han permitido consolidar una sociedad libre, plural y democrática.
Valores y principios que Manuel Broseta se preocupó en incorporar a nuestras brújulas; a las de sus tres hijos, Bruno, Manuel y quien les escribe hoy; gracias a esos principios, a su ejemplo, a su trayectoria vital, a su incansable perseverancia, serenidad y lealtad a nuestros principios, hemos tratado de mantener vivo su legado que no es otro que el de aportar todo aquello que esté en nuestras manos como contribución a una sociedad moderna, plural, tolerante, justa y dialogante.
Desde 1.992, los 15 de enero se han consolidado como referentes a la memoria, a la dignidad y a la exigencia de justicia para con todas las víctimas del terrorismo pero, del mismo modo se ha convertido en homenaje a toda una sociedad libre, democrática y europeísta de la que, si los asesinos no lo hubieran impedido, se sentiría profundamente orgulloso.
Desde el mismo día de su vil asesinato, hemos pretendido huir de personalismos, si no fuera así, él no nos lo perdonaría. Nuestro corazón hoy no sólo está para con la memoria de nuestro padre, amigo o maestro Manuel Broseta Pont; por supuesto que lo está, pero lo está del mismo modo que con todos los ciudadanos de bien víctimas de la intolerancia, de la violencia y de la sinrazón.
¡Memoria y reconocimiento para todos ellos!
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.