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Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad, elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde el aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces, mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llenas de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua». Julio Cortázar (1963), capítulo 7, Rayuela.
Para algunos, se trata del «texto amoroso en prosa más brillante del siglo XX en lengua castellana», mientras que otros van acortando la frase anterior como se acorta la distancia entre los amantes y lo tienen como cita de cabecera para impresionar a los ligues. Es legítimo, ya que, como decía Antonio Skármeta en su novela 'El cartero y Pablo Neruda', «la poesía es para quien la necesita», en cualquiera de sus vertientes. Los enamorados son los dueños de su universo y nada importa fuera de él.
El problema es cuando tan romántica perspectiva se sale de madre y alguien decide que sus compañeros de afecto no son «un mundo», sino «el mundo», el único posible, el único que merece dejar huella en este universo.
¿Cuántas veces en esta campaña electoral hemos oído a candidatos asegurar que «los españoles están cansados de...», «las mujeres salimos a la calle para decirle a...», «los catalanes exigimos...»? ¿Qué ocurre con los hombres cansados de otras cosas, las mujeres que fueron sin compartir todos los puntos del manifiesto o los catalanes que se desvelan por las noches por algo que no puede cubrir una bandera? Esta noche, los resultados electorales traerán un parlamento cuyas porciones han de preocuparse de encajar entre sí, si queremos ir a alguna parte y dejar de ser prisioneros en la isla de los cíclopes.
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