La verdad, creíamos que al fin había sucumbido, que se la habían llevado en algún contenedor cuando recogieron los restos de la obra, pero no, ... el rollo de tubería sigue de cuerpo presente, se ve que nadie sabe qué hacer con ella; y el caso es que tantos se habrán preguntado de quién será, o cómo llegó hasta aquí, y por qué nadie la recogió.

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Esta es la pequeña historia de una bobina de tubería negra de polietileno que en realidad la forman tres tubos pegados entre sí, de los que se emplean para conducciones enterradas de telecomunicaciones. Fue el resto de una de las múltiples canalizaciones que entrecruzan las calles del polígono Vara de Quart de Valencia. Cuando taparon la zanja correspondiente, hará casi tres lustros, los operarios dejaron junto a la esquina entre dos calles unas vallas metálicas de señalización de obra, algún resto de material de construcción y la tubería. Las vallas se las debió llevar algún chatarrero, el material de obra serviría para alguna reparación doméstica y la tubería quedó sobre la acera, recogida en un rollo de más de dos metros.

Cuando sólo quedaba allí la tubería, alguna alma solidaria entendió que molestaba y la izó sobre la pared. Luego, otro voluntario la acabó volteando por encima de la valla del solar donde antes estuvo una fábrica. Y allí quedó varada la tubería. Pasábamos a diario y hacíamos bromas sobre ella, al tiempo que veíamos crecer zarzales entre sus vueltas.

Olvidada en un solar, ha visto emerger unos almacenes y allí sigue de testigo, por si llega alguien y la reclama

Pasaron años. Pusieron el cartel de una inmobiliaria y, transcurrido más tiempo, se vio que habrían vendido el solar, porque había movimientos de limpieza y refuerzo de la valla de su perímetro.

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Vinieron excavadoras y camiones y temimos por la tubería. Cualquier día la hacen desaparecer, pensamos. Pero no, en las semanas siguientes, las cuadrillas de operarios que llegaban, operaban y se iban a otra cosa; se limitaban a cambiarla de sitio. Conforme hacían unos y otros y les molestaba, la trasladaban de aquí para allá. ¿De quién es esto?, -debían preguntarse-. No sé -se responderían una y otra vez-, tú déjala ahí, por si acaso.

Hicieron sólidos cimientos, levantaron pilares... construyeron unos magníficos almacenes, y durante todo el proceso se pudo ver cómo la tubería fue peregrinando de un lugar a otro, testigo mudo del enorme trajín, desde que fue relegada de su misión inicial, que era albergar fibra óptica en la calle de al lado, como el resto de tubería de su serie. Y ahora, completado el nuevo almacén, continúa de pie, sobre la última pared, mientras seguirán preguntando de quién demonios será.

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No la tiren, que ya es de todos, déjenla ahí como útil monumento a la inutilidad de tantas cosas que sirven pero no sabemos para qué. Por si alguien la reclama.

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