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Los uniformes propuestos por la EMT, expuestos en San Isidro. LP
UNIFORME IDEOLÓGICO

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Pablo Salazar

Valencia

Viernes, 14 de diciembre 2018, 09:42

Como usuario habitual de la EMT vengo sufriendo desde hace tiempo el descontrol que parece haberse instalado en la dirección de la empresa así como el nocivo efecto que sobre la circulación de los autobuses tienen algunas de las medidas adoptadas por la concejalía de Movilidad. Si los semáforos se regulan para ralentizar la marcha de los coches, no son sólo los vehículos particulares los que salen perdiendo sino también el transporte público en superficie. Y si el recurso a las horas extra se desestima, no hay forma de cubrir las ausencias por enfermedad de los conductores, con lo que muchos autobuses se quedan en las cocheras y las frecuencias de paso empeoran. Además, el parque móvil de la compañía ha envejecido y necesita una profunda renovación. Viajar en algunas líneas es hacerlo acompañado de un incómodo concierto de ruidos procedentes de piezas que ajustan mal por el paso de los años, rampas para minusválidos que se estropean con excesiva frecuencia y dejan tirados a todos los ocupantes y puertas que abren con dificultades. Y esperar en las paradas mirando de vez en cuando las pantallas de información permite comprobar el descontrol horario que se ha instalado en una compañía que anualmente transporta a casi cien millones de personas, lo que da idea de su magnitud y de su trascendental importancia pare el buen funcionamiento de la ciudad.

La EMT, en consecuencia, necesita una actualización, una puesta al día. La reforma de su red, si se pacta con los vecinos, debe procurar mejorar la comunicacíon de los nuevos focos urbanos que ha ido ganando Valencia, desde la Marina a la Ciudad de las Ciencias y la Ciudad de la Justicia, entre otros. Hay que invertir en la compra de autobuses, hacen falta más conductores y es urgente mejorar la información digital que se facilita tanto en las pantallas luminosas de las paradas como a través de la app. Lo que no es urgente es cambiar los uniformes de los conductores, que es en lo que, sin embatgo, están ocupados los dirigentes políticos -que no los profesionales- de la EMT bajo la dirección -¡cómo no!- del ubicuo concejal Giuseppe Grezzi. Y mucho menos para transformar a los empleados que van al volante en runners metrosexuales que preparan la media maratón. Pero esto es lo que hay y lo que nos permite hacernos una idea de cuáles son las prioridades, la agenda de quienes nos gobiernan, a qué dedican su tiempo, en dónde sitúan el foco de sus intereses. En acabar con los tonos azules (¿del PP?) de la camisa y el sueter de los chóferes para sustituirlos por los de la bandera arco iris, el verde (ecologista), el naranja (de Compromís), el morado (de Podemos) y el rosa. Cómo será que hasta los sindicatos (que creo que no son de Vox) se han quejado de la gama de colores.

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