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Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

La erradicación de la viruela tardó siglos en llegar. A pesar de que en 1796 se creó la primera vacuna contra esta enfermedad no fue hasta hace 70 años que los tratamientos resultaron realmente efectivos. El hecho de que la solución al coronavirus haya sido investigada y fabricada en apenas diez meses nos hace olvidar la dificultad que han generado muchas enfermedades para combatirlas. 16 años necesitó la ciencia para dar con la pócima que previene la fiebre tifoidea. Más de cuatro décadas fueron necesarias para hallar la inmunización de la fiebre amarilla. Y otro tanto para dar con la de la gripe.

La media de tiempo para elaborar los tratamientos contra algunas epidemias ha sido de unos 40 años hasta hace muy poco. La tecnología y sobre todo el dinero en inversión han logrado el récord en los últimos meses. Las claves para entender semejante milagro hay que buscarlas en, por supuesto, la ciencia (que ya había estudiado previamente cómo minimizar los golpes de la SARS y el MERS), pero sobre todo en el aumento de recursos económicos y el apoyo de gobiernos y compañías farmacéuticas.

De todo esto podemos sacar una conclusión bastante optimista, que no viene mal para estos tiempos aciagos que corren. Si se quiere se puede. Solamente es necesario que un número amplio de personas y organizaciones pongan su predisposición y los medios precisos para conseguir el objetivo. Ya hemos comprobado que casi todos los peros son salvables cuando la emergencia es de semejante calibre y si se obtiene un consenso considerablemente grande. Nunca más podrán poner excusas. Lo imposible ha sido posible. Se han solapado fases, se han promovido nuevos controles reguladores, se ha aligerado la burocracia para aprobar medicamentos.

Urgen inyecciones para quitar de en medio esos otros virus que amenazan e infectan esta sociedad

De todo esto deducimos que si se identifica el mal y todo el mundo se une para vencerlo en apenas unos meses nos toparíamos con un desenlace positivo. Los acuerdos están al alcance de nuestra mano. Otra cosa es que prefiramos en muchas ocasiones buscar objeciones y boicotear cualquier posibilidad de concordia, porque hay quien en la confrontación se siente más a gusto y se asegura mejores réditos.

Ahora que han cogido carrerilla las farmacéuticas deberían esforzarse para encontrar remedio para otros males que esta sociedad padece desde hace siglos y que no se eliminan fácilmente, como la ignorancia, la arrogancia o la superioridad de la que algunos alardean para pisotear a los de su alrededor, para denigrar a los que piensan diferente o para impedir que se promuevan formas de vida distintas. Necesitamos vacunas contra la desigualdad, contra el abuso, contra la desinformación y contra la violencia. Urgen inyecciones para quitar de en medio esos otros virus, también letales, que amenazan e infectan esta sociedad.

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