Vacunas: pesimismo o realismo
El autor explica cómo funciona el remedio contra el virus y desmiente algunas creencias instaladas en la sociedad y que provocan más de un malentendido
RICARDO MURILLO JELSBAK
Viernes, 29 de enero 2021, 07:22
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RICARDO MURILLO JELSBAK
Viernes, 29 de enero 2021, 07:22
Tras leer al artículo publicado el pasado 17 de enero en LAS PROVINCIAS sobre la entrevista a la Dra. Margarita del Val y ver los comentarios, se comprende la dificultad que entraña interpretar afirmaciones basadas en evidencias científicas. Probablemente contribuye a ello el hecho de que vivimos en un mundo inundado de información que, me atrevería a decir que en demasiadas ocasiones, es sesgada, tendenciosa o interesada. Por ello cuando los enfrentamos a evidencias formuladas de forma fundamentada, no parcial o condicionada, en muchas ocasiones nos parece que éstas son negativas o que nos ofrecen una visión pesimista del tema.
Se define infección a la entrada de un microorganismo en nuestro cuerpo, sea hongo, virus o bacteria. Efectivamente, cuando nos vacunamos contra cualquier enfermedad no nos protegemos de ser infectados, esto no es un fallo de la vacuna en cuestión, ese nos es el objetivo en absoluto, porque la vacuna es una medida preventiva. Es necesario por tanto aclarar que con la vacunación no pretendemos evitar la infección, lo que además sería muy difícil en estos momentos, cuando el virus SARS-CoV-2, denominado coloquialmente COVID-19, campa a sus anchas en nuestro entorno, lo que intentamos desarrollar es un sistema de defensa efectivo para cuando nos infectemos.
La persona infectada no inmunizada en la mayoría de los casos desarrollará los síntomas propios de la infección sea de forma leve o más severa, salvo las personas que sean asintomáticas, que sí pueden en cambio seguir trasmitiendo la enfermedad. Aquellas personas que estén adecuadamente inmunizadas, tras la administración de dos dosis en el caso de las vacunas autorizadas en estos momentos, si se infectan, por lo general se protegerán tanto de la aparición de los síntomas como de ser trasmisores de la infección, al no poder replicarse el virus en su organismo. Por tanto tenemos que tener claro que una vacuna no previene de infectarse sino de lo que ocurre después al penetrar el agente infeccioso en nuestro organismo.
Además del beneficio individual de la vacunación, cuando logramos una vacunación muy generalizada, lo que se denomina inmunidad de rebaño, ayudamos por ejemplo a las personas que no estén vacunadas, por ejemplo niños y embarazadas, que no deben vacunarse en el momento actual, a que no contraigan la infección, porque al haber menos personas susceptibles, la presencia del virus en la población disminuye drásticamente. Pero debemos vacunarnos muchos para lograr este objetivo; en el caso de España sería necesario una vacunación efectiva de más de treinta millones de personas, es decir, ¡administrar sesenta millones de dosis! en el plazo más corto posible. Por esta razón es verdad que, al ritmo actual, nos quedan muchos meses de sufrimiento y por tanto de restricciones severas.
Todos esperamos que la eficacia de las vacunas sea lo mas duradera posible, pero no lo sabemos todavía con certeza porque éstas se han desarrollado a contrarreloj y tras una inversión en ciencia sin precedentes dado el descomunal impacto que esta pandemia está teniendo en nuestra sociedad. Iremos viendo con el tiempo el grado de eficacia de las vacunas contra la COVID-19, según se vayan analizando los datos de seguimiento de las poblaciones vacunadas. La eficacia de las vacunas es variable, sobre todo porque no todos los microorganismos se comportan igual; por ejemplo en el caso de la gripe estacional estamos acostumbrados a una eficacia mucho menor, entorno al cincuenta por ciento, frente a la que se consigue con las vacunas actualmente autorizadas o en fases muy avanzadas de desarrollo contra la COVID-19, que es superior al noventa por ciento, y sin embargo a pesar de esa eficacia menor en el caso de la vacuna anual de la gripe el valor sanitario y social de la protección que se consigue contra ella sigue siendo muy importante para evitar tanto la enorme carga de enfermedad y los miles de muertos que ocasiona como el impacto económico que produce cada año, además del riesgo de que un año de lugar a una pandemia severa como ocurrió entre 1918 y 1919, riesgo nada despreciable por otra parte.
En cualquier caso es necesario resaltar que para parar en seco la trasmisión del virus es necesario que el proceso de vacunación se haga de forma adecuada. Mientras tanto protegernos y proteger a los más vulnerables de nuestra sociedad es algo fundamental.
Por tanto seamos cuidadosos a la hora de informarnos y escuchemos a los expertos con el fin de tener un criterio adecuado que nos ayude a tomar las mejores decisiones en esta situación tan difícil que estamos sufriendo.
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