Valencia en Fallas
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La pandemia nos está privando de una gran generación de ninotsEsta pandemia que todo lo marchita nos priva de una magnífica generación de ninots, abono para el ingenio fallero, pero como la imaginación no necesita mascarilla, dejémosla desmadrarse a ella que puede. Marzo vuelve a oler a pólvora, en los dedos dejan restos de fritanga unos buñuelos imperiales y ante los ojos cerrados se yergue la falla. Por figura central, una enorme torre de Babel trepa al cielo empapelada con pasquines políticos. Casi podrías sentir el ruido tóxico que de cimiento a azotea recorre su estructura de vareta, y allá arriba remata el monumento una gran cúpula insonorizada donde toda la fauna gobernante se juega nuestro futuro al póquer. El crupier Ábalos desliza al jefe Sánchez cartas marcadas con la astucia con que dicen que a Franco le ponían los salmones, pero bajo la mesa también ruedan los ases de mano en mano. Desciende la mirada al suelo y empieza a recorrer las escenas, que se suceden sin ton ni son. En un pequeño cine de barrio que amenaza ruina se anuncia el estreno de 'Inés y un señor de Murcia', nueva adaptación del clásico de Miguel Mihura, y frente a la taquilla raquítica de público florece un mercado ambulante donde entre bodis, pinquis o sostenes también se venden voluntades. Una Eva Nasarre recauchutada, «y uno, y dos» parece decir, observa complacida cómo sudan la gota gorda Marlaska en su cinta de correr o Cantó, quien tararea el 'Soy rebelde' de Jeanette mientras calienta sin desvelar hacia dónde esprintará. Selecto mantón de Manila la una, chulapo a medida y gorra pichi el otro, Ayuso e Iglesias bailan un chotis que con los días derivará en tango, arrancando chispas al organillo. Otro ministro, Castells, compadrea con sus universitarios en pijama, catadores del sueño imposible de Paco Roca. Sandra Gómez, en pose muy de 'Hamlet', implora una foto más a su smartphone con la fe con que la madrastra de Blancanieves robaba piropos al espejo mágico. A los pies, un cartelillo explica la escena: «Quina gràcia té la nostra vicealcaldessa, sempre amb la mà estesa, la terra fa tremolar quan li dona al Facebook y l'Instagram». Junto a la parada del bus, Ribó pide a Grezzi que le recomiende una contraseña segura para proteger el móvil, y la ocurrencia nos deja ojipláticos como el tipo al que pillara con el brazo tieso y el émbolo a medio camino el «se suspende la vacunación» del hospital de campaña. Acaba la ruta en el príncipe de Johor, aunque como esto va de humor fallero nuestro artista cambia el nombre de su sultanato por el de Gior para que un coro de murciélagos le recuerde lo que se espera de él: «un poco de pasta basta». Abramos ya los ojos y celebremos nuestro pequeño triunfo sobre el Covid. Que no se diga que este año tampoco hemos tenido Fallas.
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