La Valencia que yo quiero
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¿Recuerdan al tipo de 'Cinema Paradiso' que decía «la plaza es mía»?Secciones
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¿Recuerdan al tipo de 'Cinema Paradiso' que decía «la plaza es mía»?La Valencia que yo quiero no vende bragas y gayumbos en la puerta del ayuntamiento, enviada de un puntapié al medievo de Ken Follett. Su forma de proteger el comercio es no aislarlo en un mar de obras justo cuando las vacunas al fin hacen ... respirable el ambiente. La armonía preside el equilibrio entre un transporte público moderno y el respeto al privado, porque en la Valencia que yo quiero no se persigue a nadie, tampoco a los coches, liberados de embudos como el de la V-21 o de céntricos laberintos de calles prohibidas y maceteros imposibles a los que sólo les falta su Minotauro, en absurda guerra contra el peatón o las bicicletas encumbradas hasta el punto de meterlas por donde no caben. La Valencia que yo quiero no distrae sus problemas con cuentos chinos, llama Navidad a la Navidad y es diversa sin necesidad de vulgarizar las marquesinas con referencias a 'clòtxines' y 'xufes'. En la Valencia que yo quiero se desvanecieron guetos como el de las Casitas Rosa, oculto bajo el señuelo electoral del Cabanyal o los réditos de la Copa América. La desidia no hace de los solares jardines o de los alcorques solares, y los árboles no toman el mando, unos adentrándose en los balcones, otros como podados por Eduardo Manostijeras. La Valencia que yo quiero es la que sale a correr los domingos por la mañana, la de las playas azules como sus banderas y el puerto que fusiona ciudad y mar, la que en plena pandemia rezuma civismo frente al desparrame insensato de otras; pero también es la Valencia que piensa y construye, nunca al revés, para no preguntarse a destiempo qué hacer con un caro hospital de campaña que sería más útil como almacén fallero. Si buscas libertad ven a la Valencia que yo quiero, donde los padres eligen la educación de sus hijos y a nadie le penaliza hablar la lengua que ha mamado. Los gobernantes de mi arcadia no sólo se acuerdan de la Albufera al echar arroz a la paella o cuando sirve de ariete contra el puerto. Aprendieron de Gollum a cuidar sus tesoros. En la Valencia que yo quiero la política no nace en Twitter y muere en un furgón policial. Tampoco gobierna un alcalde sectario que recuerda a aquel chalado de 'Cinema Paradiso' lanzado a la persecución de viandantes al grito de «la plaza es mía», encaprichado ahora con un monolito preñado de ideología y huérfano de consenso. Para 15-M, el de 1896, cuando llegó a España el cinematógrafo de los Lumière. Acompáñeme, excelentísimo señor, al escenario de aquel alumbramiento, el desaparecido hotel Rusia de Madrid. Si Iglesias ya no luce coleta y usted rompió el carné de comunista, qué es todo sino una gran ficción. Cerremos allí juntitos los ojos hasta que la oscuridad proyecte el milagro. La Valencia que yo quiero.
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