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La Valencia soñada

La Valencia soñada

No tenemos modelo de ciudad. Valencia crece y decrece a golpe de parches e improvisaciones

ESTEBAN GONZÁLEZ PONS

Lunes, 7 de octubre 2019, 09:13

Así tituló el miércoles Pablo Salazar su emotiva columna en nuestro periódico. Disfruté leyéndola, me evocó aquella capital huertana por la que se podía caminar sin que te atropellase un patinete. Trataba de la Valencia que fue y de la que pudo haber sido. Discurría por la ciudad añorada, iba desde las mellas históricas del centro al puerto que, con toda lógica, debe desplazar sus contenedores a Sagunto salvando así de cemento a la Malvarrosa. Una mezcla de melancolía, furia y literatura se apoderó de mí. Me vinieron al pensamiento las oportunidades que perdimos mientras nos distraíamos con la Copa América. A los valencianos habría que explicarnos que el buen gusto no se compra con dinero, que rutilante no significa elegante, aunque suene parecido, que lo enorme no siempre es mejor y que la costumbre de demoler lo viejo nos retrata de ignorantes. Tanto la fascinación simiesca por la modernez como la boba pleitesía rendida al inversor/salvador que viene de afuera son actitudes aldeanas que Dios sabrá por qué llevamos impresas en las entrañas.

Recuerdo a Pablo Salazar afilado y preocupado por la rehabilitación del centro histórico de nuestra ciudad ya en los ochenta. En aquel entonces se iba a construir un campus nuevo para la Universidad y muchos pensábamos que el barrio del Carmen era el lugar idóneo, que los antiguos caserones podrían servir para las actuales facultades y que las residencias resucitarían al resto de edificios semiabandonados. Al final se le dio otro mordisco a la huerta con el Campus de Tarongers y se malogró la enésima oportunidad de solventar un problema con finura. Como cuando destruimos el Palacio de Ripalda, cegamos la salida al mar del Jardín del Turia o aceptamos la estación provisional Joaquín Sorolla.

No tenemos modelo de ciudad. Valencia crece y decrece a golpe de parches e improvisaciones. Lo mismo se agiganta el puerto sin estudiar las consecuencias que eso tiene para las playas que se impulsa el desarrollo urbano en dirección a Ademuz cuando Valencia disfruta de la línea de costa más hermosa y peor tratada del levante español. Deberíamos debatir, y no lo hacemos, sobre la desprofesionalización que trajo el AVE, el envejecimiento de la población, las consecuencias del cambio climático, la protección del comercio minorista, la adaptación a la economía digital, la supervivencia de La Albufera..., ¡sobre política municipal! Porque la política municipal, aunque parezca increíble, existe; el Ayuntamiento no está sólo para subir impuestos o complicar el tráfico.

Mi Valencia soñada es la de la infancia, pero entiendo que no puedo quedarme ahí, que el futuro exige cambios. Seamos pues inteligentes; no nos adornemos con lo que otras ciudades desprecian, tengamos presente que tecnología y ecología son hoy los motores del progreso. Sin huerta y playa habrá mañana, pero no porvenir.

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