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Ricardo Ten tenía ocho años el día que pasaba una agradable jornada en la caseta que sus padres tenían en Llíria. Después de comer estaba correteando con sus primos de aquí para allá. En una de esas carreras acabaron en la terraza jugando con unos hierros. A ver quién es más fuerte. Ricardo cogió el suyo con firmeza, con las dos manos, y al moverlo le dio a un cable de alta tensión. La descarga le entró por las dos extremidades y salió por una pierna. Por culpa de aquel accidente tuvieron que amputarle los dos brazos y una pierna. En plena infancia. Aquel chaval se tiró muchos meses en la unidad de quemados de La Fe. De operación en operación. Encerrado en una cárcel de sábanas blancas.
Cada vez que aquel chiquillo crecía era una condena. Pieles de aquí que van allá. Cortar y coser. Los padres lo acurrucaron entre sus brazos hasta que alguien les dijo que así no le hacían ningún bien. Que cuanto más tuviera que luchar el niño, más independiente y capaz sería de adulto. Y así fue.
El deporte fue un escape, un puente con el que acercarse y equipararse a los demás. Una actividad en la que sentirse fuerte en plena adolescencia.
La natación fue su elección. Estuvo 22 años en la elite. Una barbaridad. La piscina le convirtió en leyenda. Siete veces campeón del mundo y cinco Juegos Olímpicos, de Atlanta 96 a Río 16, de los que volvió con tres medallas de oro, una de plata y dos de bronce.
Ricardo tiene 42 años y con su mujer, Sonia, cuida de sus dos hijos. Río parecía el final. Cada día era más complicado mantenerse entre los mejores y cada vez que se lanzaba a la pileta le mordían mil dolores. Pero este nadador mítico encontró mucha ayuda en Valencia, gente que le ha allanado el camino en los últimos tiempos. La Fundación Trinidad Alfonso, con el Proyecto FER, ha sido fundamental.
Pero Ten también encontró otro mecenas en el despacho de abogados Varona Asociados. Los hermanos Fede y Nacho Varona, herederos del negocio de su padre, Federico Varona, conceden desde hace tres años unas becas para ayudar a un club y a un deportista paralímpico. Los hermanos celebraron un acto el jueves para anunciar que la próxima temporada apoyarán al Club Aquàtic Campanar y a Ricardo Ten, al que tienen previsto ayudar económicamente hasta los Juegos de Tokio, en 2020.
Sí, Río fue el final, pero solo en lo que se refiere a la natación, porque Ten ha mutado de nadador en ciclista con prodigiosa habilidad. El valenciano es un superdotado para el deporte y, tiempo atrás, también destacó en el esquí alpino.
Hace unos años, LAS PROVINCIAS concedió a Ricardo Ten y David Casinos un premio que, en realidad, iba para todos los deportistas paralímpicos. De aquel día solo recuerdo el discurso del nadador. Me sorprendió, y maravilló, como orador. Un bonito timbre de voz, excelente dicción y un discurso directo y contundente. Me fui rumiando en la cabeza que aquel deportista tenía mucho más que aportar a la sociedad que sus éxitos entre corcheras.
Los hermanos Varona siempre lo han tenido muy claro con Ricardo Ten. Le dieron su primera beca y la última. Pero, además, lo han incorporado a su plantilla para dar conferencias y motivar a sus trabajadores con eso que gusta tanto a los empresarios como es el coaching.
Hay que aplaudir a la gente que, como Juan Roig o los Varona, deciden dar parte de sus beneficios para alimentar el deporte valenciano. Me da igual si eso les proporciona algún rédito fiscal, a mí me vale, y mucho, que le echan un cable a los deportistas que más lo necesitan.
Leo las bases de las becas Varona y me gusta lo que veo. Exigen a los deportistas que sean valencianos, que su prueba entre en el programa olímpico, destacar por sus valores, esfuerzo, superación y deportividad, no haber sido sancionado por dopaje, tener un compromiso con el deporte limpio y respetar a los rivales, y, por último, estar al corriente de las obligaciones con la Agencia Tributaria.
Una buena ley de mecenazgo sería decisiva en mantener la salud del deporte español. Un incentivo para empresarios sensibles con algo más que el balance de cuentas. Y si su auxilio al deportista abarca también al paralímpico, el círculo se cierra. En los últimos años esto empieza a ser más habitual y esta inclusión es digna de elogio. Como Toyota, una empresa dirigida en España por un valenciano -Agustín Martín-, que se ha convertido en el patrocinador del Comité Paralímpico Español.
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