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Mucho se está hablando estos días de la libertad de expresión y de cómo algunos intentan manipular su significado y sentido a algo tan básico en una sociedad democrática. Me permito la licencia de hacer una reflexión sobre esta cuestión y sobre la historia del rapero que quiso ser famoso y lo consiguió, pero no por cantar sino por delinquir y por ello está en prisión. Este periódico me brindó la oportunidad de colaborar cada semana dando mi opinión sobre una de mis pasiones, el Valencia, y yo encantada y agradecida por poder expresar desde estas líneas lo que pienso con la más absoluta libertad. Y lo hago siempre con respeto y educación. Sin insultar y sin hacer daño a quien pueda ser objeto de mis críticas.
Si creo que Meriton debe irse porque está destrozando el club y no ha sabido gestionarlo, lo digo sin tapujos pero sin desearle nada malo, sin insultos ni descalificaciones. Nunca utilizaré palabras fuera de tono y, sobre todo, nunca mis palabras serán con mala intención. Para mí la libertad de expresión si tiene límites, no es absoluta. La calumnia, la incitación al odio, la apología del terrorismo, alegrarse de la desgracia de otros, no todo vale. Tiene que haber límites sin por ello coartar esa libertad. En una sociedad ya de por si tan radicalizada y con la violencia instalada en las calles lo que más falta hace es sentido común y respeto, mucho respeto. Dicho esto, tenía que decirlo, también os digo que ser del Valencia es un sinvivir. Ya sé que debería estar acostumbrada pero no puedo. Ni el paso de los años logra calmar mi tensión. Mi corazón se acelera a partir del minuto 80 en cada partido, y es que los descuentos no nos suelen dar buenos resultados. Pero el sábado contra el Celta esos minutos valieron oro. Sumamos tres puntos de vital importancia para salir de esa zona baja. Da igual que jugásemos contra diez y da igual que no jugáramos un buen partido. No estamos en condiciones de exigirle mucho más a este equipo. Pero sí que os digo que no somos más malos que otros y que por circunstancias hoy estamos así pero nos levantaremos. No quiero dejar pasar la ocasión para agradecerle a Vallejo, Don Manuel, como le llama mi vecino de butaca en Mestalla, su esfuerzo y sacrificio en cada partido. Pocos daban un duro por él cuando llegó y ahora se ha ganado nuestro cariño y admiración. Consciente de su papel y a pesar de las pocas oportunidades su implicación está fuera de toda duda y su coraje y garra suman para ganar partidos. El valencianismo eso lo agradece más que nada. Él sí se merece un rap, el rap de Vallejo, en el que la letra y la música destilen admiración y agradecimiento.
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