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El Bosco creó en 'El jardín de las delicias' una iconografía inédita para representar diferentes estadios de la lujuria. Pese a los numerosos enigmas que sigue escondiendo, en la obra del artista flamenco se exponen las miserias humanas, la corrupción y el pecado que transita ... del paraíso al infierno. Esas acciones que transgreden la rectitud o lo justo se pagan caras en política. Boris Johnson ya acumulaba una larga lista de escándalos a sus espaldas antes de que estallara el conocido como 'party gate'. La prensa británica está destapando casi a diario un sinfín de fiestas en dependencias gubernamentales en pleno periodo de restricciones por la pandemia. Johnson no asistió a todas pero el hecho de que ocurrieran revela una 'cultura de saltarse las normas' auspiciada por el primer ministro a quien le llueven críticas desde todos los flancos. Una de las celebraciones más controvertidas es la que tuvo lugar el 20 de mayo de 2020. El secretario privado de Johnson convocó para ese día a un centenar de personas en el jardín del número 10 de Downing Street animándoles a «traer» su «propia botella». Al final unas cuarenta personas participaron de la juerga en la que hubo alcohol y aperitivos en un momento en el que sólo se permitían, como máximo, encuentros al aire libre entre dos personas no convivientes. En este caso no le ha funcionado la estrategia del avestruz y, acorralado, no tuvo más remedio que pedir perdón el otro día reconociendo, por tanto, que fue a esa convocatoria que calificó de «evento de trabajo». Su oficina también se ha disculpado por las dos celebraciones que se produjeron en pleno duelo nacional por la muerte de Felipe de Edimburgo desveladas por 'The Daily Telegraph'. En éstas Johnson no estuvo presente. En las que el premier era un asiduo, según The Mirror, es en las juergas del 'vino del viernes'. Una 'copita' con sus trabajadores para finiquitar la última jornada laboral de cada semana en sus oficinas mientras se obligaba al resto de británicos a cumplir estrictamente con el confinamiento.
Los trapos sucios acechan al primer ministro. Algo huele a podrido en Downing Street. Ni la prensa británica ni los propios diputados conservadores pararán hasta que se detenga el hedor. Caiga quien caiga. La furia de la calle se escucha en el 'Número 10'. Los agentes acaban de instalar vallas para blindar la entrada a la residencia de un premier enrocado. Un síntoma de que Johnson se toma muy en serio la polémica que podría costarle el cargo. Crecen las protestas de manifestantes disfrazados caricaturizándole como la 'variante Johnson', la más destructiva para Reino Unido. Lo grotesco, como demostró el Bosco, ejerce siempre la crítica más implacable. El tiempo sentenciará si el premier supera este amargo trago.
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