La dignificación de la Formación Profesional es loable, pero se tiende a concretar que ésta pasa por potenciar lo académico y no por lo que le es propio a la etapa
PABLO ROVIRA | DELEGADO DEL PERIÓDICO MAGISTERIO EN LA COMUNITAT
Martes, 29 de diciembre 2020, 07:37
La Lomloe, aprobada ya en el Senado, ha tenido tanto debate en la calle como poco legislativo, así que nos ha llegado, sobre todo, en sus trazos gruesos. En sus referencias a las polémicas habituales y no con los mil detalles de cualquier ley. Pero una ley de Educación siempre es mucho más, pues cada palabra cambiada esconde una intención que afecta a miles de personas. Un ejemplo de ello es la disposición adicional undécima que declara a extinguir el actual cuerpo de profesores técnicos de Formación Profesional.
Por resumir, en Formación Profesional imparten los profesores técnicos la parte práctica y profesores de Secundaria. Los profesores técnicos vienen de antiguo y muchos de ellos no son licenciados o graduados, pues hay muchas especialidades que tienen una difícil traslación a un posterior título universitario. Qué carrera forma para impartir pastelería o peluquería, por poner algunos ejemplos.
Sin embargo, esta solución particular, lo de dos cuerpos docentes diferentes, genera un problema laboral, que a mismo trabajo, hay dos sueldos diferentes. Los profesores técnicos de FP, también muchos titulados, cobran menos que los del cuerpo de Secundaria. La reivindicación histórica: que cobren lo mismo. Por tanto, la solución pasa por extinguir el de profesores técnicos y que éstos pasen al de Secundaria. En la Administración, los grupos, y las retribuciones, van ligados a la titulación, por lo que al pasar a un cuerpo de licenciados, su sueldo aumentará alrededor de 3.000 euros anuales.
En esta historia hay perdedores y ganadores. Los profesores técnicos de FP con licenciatura son los segundos, que mejorarán sus condiciones. Los interinos sin titulación serán los perdedores, sin poder optar ya al empleo que ahora realizan. En medio, los funcionarios sin titulación, que mantienen el empleo (a extinguir) pero pierden la movilidad y no acceden a la mejora retributiva. Como hay quien gana y quien pierde, hay quien lo ve mal y quien bien, según en qué lado le pille.
No me detengo en la cuestión laboral que, siendo importante para al que le afecta, no transciende al lector. Sirva el tema para ejemplarizar una confusión que pena sobre la FP y que se sostiene sobre los más nobles principios: su dignificación.
En esta y otras ocasiones, la dignificación de la Formación Profesional, tan necesaria, se concreta con el prisma académico, de tal forma que dignificar esta etapa se contagia de exigencia de titulación. El tópico, falso, de que a FP va el alumno con malas notas, sigue orbitando al implantar mejoras sobre estos estudios.
Recuerden, si no, que una de las grandes 'aportaciones' de la Logse fue elevar la exigencia para estudiar FP, la misma que para el Bachillerato -la ESO-. Este noble ideal provocó, entre otras cosas, que el abandono educativo se disparara en la primera década del milenio y las siguientes leyes (Loce, Loe, Lomce y Lomloe) se empeñan en corregir.
Ahora se repite esa misma visión de que elevar el requisito académico -ahora a los profesores- dignifica la etapa, como si la Formación Profesional, en lugar de brillar por su propia personalidad práctica y profesionalizadora, encuentra su calidad cuanto más se parece al itinerario académico universitario.
A los profesionales afectados les queda la vía del especialista, que es precarizar su situación laboral, una figura de la que también se habla con palabras nobles, pero que ya saben los profesores asociados de la universidad para qué se utiliza en la práctica.
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