
La velocidad del caracol
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CAP I CASAL ·
Los promotores denuncian que las grandes inversiones llaman a la puerta de Valencia y en muchos casos nadie la abreEl lío montado con el colapso de las licencias de obras y actividades en Valencia es un ejemplo más de que la lista de prioridades en el Ayuntamiento debe ser revisada. La única solución dada a empresarios y arquitectos es que todo se arreglará cuando la Generalitat apruebe un decreto y que también cambiará un reglamento. Como se dice, en este asunto el gobierno municipal ha decidido tocar el violón.
Lo adecuado habría sido decir que este año van a meter a otro medio centenar de funcionarios con el tema, aunque sea sacándolos del departamento de fuegos fatuos, el servicio de las mil y una innovaciones que venden cada cierto tiempo o del negociado de cartelería y letras para Instagram. De todo esto, el equipo del alcalde puede dar mil lecciones al mundo, pero meter las manos en harina desatascando licencias, eso es un asunto más gris y aburrido.
Extrañamente, los afectados salieron de la reunión contentos, no se sabe muy bien porqué. El Colegio de Arquitectos tiene negociaciones en marcha sobre el recurso contra el concurso del Palau de la Música, a lo que ahora se ha añadido el del centro cultural del Canyamelar. Pero los demás sólo recibieron buenas intenciones.
Entre las licencias pendientes hay hoteles de campanillas y grandes proyectos, pero lo común es que sean obras modestas, edificios de viviendas para completar calles y reformas de bajos para abrir negocios. En los últimos años hemos escuchado mil historias de las dificultades en el centro para esto último, sobre todo cuando se trata de edificios protegidos. El Plan de Ciutat Vella ya está aprobado al fin. Ha sido más largo que el embarazo de un elefante, pero desde ahora se han reducido las excusas. En teoría, todo debe ser coser y cantar. ¿O no?
Otros asuntos, particularmente los llamados grandes proyectos, van a otra velocidad, más lenta. Todavía me sorprende que el Ministerio de Transportes necesite dos años para redactar el proyecto de prolongación del túnel de Serrería, pero la repercusión que tuvo la noticia ha sido nula. En esta ciudad nos hemos acostumbrado a que todo tarde, aunque sea una iniciativa vital para completar la ciudad hacia el mar. En los tiempos de Barberá y Fernández de la Vega ya había urgencia en deshacer ese nudo y todo sigue igual, a la espera.
Los asuntos públicos son igual o más importantes que las licencias pendientes. La apertura de la primera nave del Parque Central se ha producido al año largo de la apertura de la primera fase del jardín. Debe ser un récord de velocidad en el Consistorio y motivo de orgullo y satisfacción hasta que uno se da una vuelta por allí y descubre que de las otras tres, sólo hay actividad en una, la que debe acoger el Escalante. ¿Alguien ha pensado en que el vandalismo se reduciría si el polideportivo estuviera ya en marcha?
Hablando de grandes proyectos, Metrovacesa ha hablado por primera vez en mucho tiempo para decir que sigue adelante con las viviendas en Benimaclet con el número y diseño del nuevo barrio pactado en su día con el Ayuntamiento. Ahí tiene el gobierno municipal un montón de harina para meter las manos si quiere, en lugar de darle largas al tema. Igual que pasa con el Plan del Cabanyal, donde los vecinos ya han vuelto a la pancarta y los inversores esperan para edificar en los solares repletos de matorrales y chabolismo. Me temo que la excusa del decreto de la Generalitat no sirve como respuesta a estos problemas.
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