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El verano empieza cuando el cuerpo y la mente te piden que les des tregua y los lleves allí donde solo vayan a ser entregados al disfrute y a la complacencia absoluta. Allí donde seas capaz de dejar aparcados los problemas y las preocupaciones durante ... un rato para permitir que el ánimo generalizado y el buen clima te distraigan. Porque llevas meses sin hacerlo y lo notas.
El verano es una tabla de salvamento, a la que sujetarse cuando las fuerzas flaquean, cuando las expectativas no se cumplen, cuando los cambios no llegan, cuando las soluciones no cuadran. Es un paréntesis, una carta que te sacas de la manga en junio, un descanso merecido o no. Sirve como flotador gigante en una piscina vacía a la que va entrando el agua muy poco a poco, pero en la que dentro de nada querremos zambullirnos todos de nuevo.
El verano es un estado de ánimo. Mucho más que una estación. Es un modo de enfrentarte a un determinado momento, sin complejos, sin dramas, sin lastres, sin amarguras. Es una aventura. Una cena pendiente. Un viaje a ninguna parte. Una llamada que hace tiempo tienes pendiente. Un deseo. Una mirada furtiva de las que ni te acuerdas desde cuándo no echas. Una copa de madrugada sin mirar el reloj. Un desayuno contundente después de levantarte temprano para nadar en el mar. Un paseo sin prisas por volver. Todo puede suceder en verano, si es que uno se lo permite.
El verano empieza cuando te entran las ganas de quitarte penas. Y de deshacerte de la ropa porque el calor aprieta. Y tienes a tu lado quien te anime a hacerlo. O te ayude. Y se desnude contigo, en todos los aspectos.
Este será el verano en el que nos volvamos a ver las caras, a fijarnos en los gestos, y demos por acabado -ojalá- este baile de máscaras en el que hemos vivido durante más de un año que parece un siglo; en el que recuperaremos los rostros completos y no será preciso ya adivinarnos ni ocultarnos. Este será el verano en el que, en lugar de heridas de guerra, luciremos la marca de una vacuna inyectada en el brazo y que ya se extiende entre muchos de nosotros.
Este será el verano en el que dejaremos por fin de acumular incidencias y volveremos a acumular experiencias. Este será el verano en el que nos reuniremos para celebrar lo no celebrado, para terminar lo no terminado, para inaugurar lo no inaugurado.
El verano empieza cuando uno se siente con el ímpetu y el valor suficientes para fijar un destino, para elegir una buena compañía, para responder una llamada, para aceptar una propuesta lanzada.
Este será el verano que valga por dos. El que sirva para enmendar los veranos arrebatados. El verano que nos hará olvidar el invierno.
Este verano empieza hoy y solo en tu mano estará decidir dónde y cuándo acaba.
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