¿De verdad podemos bajar la guardia?
COMO UN AVIADOR ·
Secciones
Servicios
Destacamos
COMO UN AVIADOR ·
Las discotecas han reabierto sus puertas, los restaurantes sientan más comensales a sus mesas, y los estadios esperan que los hinchas vuelvan a rebosar sus gradas. Como antes. Valencia incluso ha celebrado unas (mini) Fallas y no parece que su efecto se aprecie en la ... incidencia acumulada del coronavirus. Las webs de los periódicos han dejado de abrir sus portadas con datos de afectados por el virus, los epidemiólogos se prodigan menos por las tertulias, a los consejeros de Sanidad ya no les televisan las ruedas de prensa. De Fernando Simón casi ni nos acordamos y eso que hubo un tiempo, no lejano, que parecía omnipresente.
Se supone que estamos saliendo de esta epidemia, hay razones para atisbar un final de la pesadilla. Y aún así, no sé si por precaución o por incredulidad, al menos yo no puedo bajar la guardia. ¿Debo? No lo sé. Porque ya lanzamos campanas al vuelo a principio de año, creyendo que 2021 solo nos iba a traer alegrías, y todavía estamos esperando verlas venir.
También es verdad que quizá no soy el más apropiado para ser optimista a este respecto, dado que he pasado gran parte de mis vacaciones de verano encerrado, guardando cuarentena, después de infectarme con el maldito covid. Llego a todo tarde en esta vida y esta vez no ha sido la excepción. He caído cuando se suponía que el riesgo había descendido notablemente y con la Janssen inyectada, dándome, presuntamente, una buena dosis de protección.
Más allá de mi caso particular -déjenme llorar un poquito- percibo a mi alrededor una sensación generalizada de escepticismo. Como en el cuento del pastorcillo nos han anunciado tantas veces que venía el lobo, y no ha sido cierto, que ahora cuesta creerlo.
También puede ser que estemos experimentando una especie de Síndrome de Estocolmo con el coronavirus, como si después de más de un año y medio juntos contra nuestra voluntad no seamos capaces de desligarnos del virus secuestrador.
Me cuesta disfrutar de aquellos hábitos que formaban parte de mi cotidianidad antes de que alguien se comiese un mal murciélago en el mercado de Huanan en Wuhan. Me siento desnudo si me quito la mascarilla por la calle -aunque ya no sea obligatorio llevarla-. Recuento el número de personas con las que me junto con el mismo temor de quien organiza una concentración ilegal. Y todavía no consigo relajarme cuando estoy en un espacio cerrado.
Hay secuelas de las que tardaremos en recuperarnos. Me sucede ahora, que al ver una serie o una película, me extrañan las muestras de afecto o los gestos estrechos. Porque todo eso, desde hace casi dos años, se ha relegado a la ficción, no a la vida real. Supongo que necesitaremos un periodo de readaptación, de desintoxicarnos de todo lo vivido. Pero, ¿de verdad podemos bajar la guardia?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.