En la semana que acaba, los 'plumillas' volvimos a reunirnos. Tras el fragor de la pandemia, las restricciones y los actos cercenados, los premios periodísticos ... que cada año organiza el sindicato Csif (o mejor dicho el incombustible y magistral Héctor González) nos congregó otra vez para honrar a la profesión. El galardón a periodista del año fue para el 'boss' Héctor Esteban. Y mi análisis de los últimos días tenía que arrancar recordando lo que el jefe de Información de este periódico dijo al recoger el reconocimiento: «Esto no va de periodismo». Ni de titulares o exclusivas. Esto va de persomas. De tener buenos sentimientos. De compañerismo. Porque cuando nos vayamos al otro barrio, no nos acordaremos de todo eso, sino de las sensaciones, como subrayó Esteban. Con la diáfana anécdota que relató, cuando le robaron la agenda y el móvil, con más de mil teléfonos de contactos. El trabajo de años de relaciones. La ruina para cualquier periodista. Y Mariano Gasparet, redactor de El Mundo y competencia periodística, le regaló su agenda con otros tantos cientos de contactos. La vida es generosidad y hacer la existencia más sencilla a los demás. Esa es la gran verdad.
Otra verdad es que quizás incluso acabemos recordando con cariño al 'bueno' de Grezzi el día que termine su carrera política y enfile el regreso a su Nápoles natal. Quizás... Porque los cirios que está montando en Valencia, día sí y día también, son de órdago. La última, a costa de los vendedores del Mercado Central. ¿Tan necesario era cambiar el sentido de la calle Calabazas? ¿No había otra opción que no fuera estrangular el tráfico de los repartidores, obligarles a meterse en sentido contrario y tener que aparcar en un solar? Pues no lo sabemos, porque, por ahora, el mandamás de la Movilidad en Valencia aún no se ha pronunciado ni dado explicaciones sobre su último invento. Ni se le espera.
Verdad es que Valencia tiene un problema de inseguridad ciudadana. Por mucho que el concejal Cano insista en maquillar las cifras. En ver siempre el lado positivo de los datos, como cuando todos los partidos políticos salen satisfechos de los resultados de unas elecciones, aunque sólo gane uno. O que todos vean el aspecto positivo de una encuesta, aunque sean solo unos los ganadores. La capital tiene más infracciones penales como cifra global desde 2013. Que Cano subraye que no suben los «delitos que afectan a la seguridad ciudadana» suena casi dantesco, al comprobar cómo se disparan las violaciones y los delitos sexuales. Que diga que lo que crece sólo son las estafas, como si eso no fuera un atentado contra la ciudadanía, es otro argumento surreal. Valencia tiene un problema de seguridad. Por eso Ribó lanza un 'plan de choque' contra los delitos en la Malvarrosa. Aunque sea eso que se dice siempre sin decir nada. Pero urge una solución, en la que la delegada del Gobierno, la señora Calero, también debe arremangarse. Por algo las peleas multitudinarias han vuelto a crecer.
Verdad es que Valencia parece cada vez más una selva. Recorrer la parte final de Tres Forques, por ejemplo, es hacerlo agachándose para no toparte con las ramas de los árboles. Y mirando al suelo para no acabar 'arrollado' por una rata, que cruzan a menudo el paseo central que se adentra en Vara de Quart. Lo del ecologismo está muy bien, y lo dice uno muy de pueblo, pero mejor cuidar la imagen de la ciudad y dejar la naturaleza crecer en la Dehesa o el jardín del Turia. ¿Verdad?
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