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Toda una vida para esto

DESDE EL MIRADOR ·

Lo vivido anoche no es más que la explicación a Meriton de que puedes tener todas las acciones del Valencia pero el club nunca será tuyo

Jueves, 3 de marzo 2022, 00:48

Anoche llegué a Mestalla antes que lo hiciera el VCF. Ya saben que los periodistas -especialmente los de radio- empezamos nuestro 'partido' mucho antes que ... comience a rodar el balón. Eso nos da la oportunidad de visionar, desde la mágica balconada, la llegada de los equipos y el ambiente previo en la calle desde una maravillosa visión cenital. Y, esa perpectiva visual, me hizo recordar otra vez lo que significa este club centenario.

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Noches como las de ayer van mucho más allá de lo que luego sucede sobre el césped. Recuerdo como si fuera ayer la primera final de Champions que jugó el VCF y las colas que se formaron alrededor de Mestalla; de madrugada mientras Pedro Cortés -el presidente Cortés- repartía papelitos como en la tómbola rodeado de gente extendiendo su mano. Era el orden de los dos días que se venían de cola para conseguir una entrada. No lo olvidaré nunca. Recuerdo la llegada del Valencia al aeropuerto de Manises tras ganar la liga en Malaga. Año 2002. Albelda con su Senyera asomado en el morro del avión gracias a la ancha espalda de Nacho Cotino que le sujetaba desde dentro. Y aquel pasillo humano de gente alrededor de todo el recorrido hasta llegar a Mestalla con una ilusión desbordada tras 30 años sin ganar el título. Fue la liga ganada al Madrid de los galacticos. Que nadie se olvide.

Lo de anoche lo había visto ya hace no tanto en la semifinal ante el Barça de 2018 que no pudo pasar el Valencia con aquel autobús intentando llegar al estadio mientras estaba literalmente rodeado de valencianistas aporreando la carrocería para llevar en volandas a los suyos. Los jugadores alucinaban desde dentro con lo que estaban viviendo. Desde aquella noche de locura se puso énfasis en acordonar la zona para que no se volviera a repetir; porque aquello fue irrepetible.

El fútbol dura noventa minutos y el sentimiento, una vida. Ser del Valencia es perder más que ganar

Y, por supuesto, la final del 2019 en el Villamarín. Fíjense que se me sigue poniendo la piel de gallina al recordar aquel día. No el partido, que ya saben lo que pasó ante el Barça de Messi. Yo recuerdo entrar cinco horas antes en una carpa habilitada cerca del estadio con música a toda virolla y valencianistas por todas partes gritando, saltando, sonriendo... y soñando. Fueron los primeros en entrar en el escenario de la final. A dos horas del partido había 20.000 locos naranjas sentados en su localidad cantando y esperando que su equipo saliera... a calentar. No faltaba nadie. La zona valencianista estaba llena y la del Barça vacía. Ahí se empezó a ganar la final. De la fiesta de después de ganar el título, micrófono en mano, con Gayá cantando el cuclillas, Jaume sobre el larguero y Marcelino llorando ante una grada ya con los focos apagados no hace falta que les cuente nada.

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Anoche volvió a pasar. Mi piel de gallina, los ojos entumecidos y la sensación de estar viviendo algo muy grande. Pero no crean; no era el partido lo que estaba sintiendo. El fútbol dura 90 minutos y el sentimiento una vida entera. Ser del VCF es perder más que ganar y los sueños de la gente los cumplen, o no, los futbolistas que en cada época portan la camiseta. La emoción que yo estaba sintiendo de nuevo era la de estar ante la grandeza de una institución. Una grandeza centenaria, que nació en blanco y negro y que ahora se vive en color. Una grandeza que, los que la vieron nacer, ya no están y los que aún no han nacido en su día la conocerán. La vibraran y la sufriran. Porque ser el Valencia es lo que pasó anoche desde que llegas al estadio, le regalas el aliento a los jugadores en la calle y les das la vida después durante el partido. ¿El marcador? Ya lo saben; ser del VCF no entiende de resultados. En las noches de gloria y en las cruentas derrotas.

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