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La vida es actitud

EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·

Diego no pisó un colegio. Pero fue pastor, lechero, albañil, inversor, portero... Sin másters ni carreras. Nos sobra tontería, nos falta ilusión

Arturo Checa

Valencia

Domingo, 20 de marzo 2022, 00:38

Diego no tenía carrera alguna. Pero corría que se las pelaba. En la vida y en las calles. Hasta tres maratones se metió entre pecho ... y espalda (3,20 en el primero; 3,19 en el segundo; 3,07 en el tercero...). Fue de los primeros en la mítica Sociedad Deportiva Correcaminos. En su casa cuelgan varias medallas de esas y otras gestas de quemar suelas. Igual daba que tuviera un pie chungo. Hasta se hacía sus propias plantillas. Y corría, corría y corría. Diego no piso el colegio. Fue de aquellas generaciones nacidas en una familia humilde, de pueblo, una casa con nueve hermanos en la que había que trabajar en cuanto uno podía ya valerse por sí mismo. Sin tiempo para lecciones, másters ni planes de estudio. Así que Diego, ya con 10 años, pastoreaba de sol a sol. Salía de casa con un chusco de pan y se alimentaba de las aceitunas de Jaén y lo que pillaba por su camino. A los 12 años (doce, hagan cuentas con lo que hacen hoy en día los chavales de esa edad) cargaba 100 litros de leche durante decenas de kilómetros en bici. Con 18 se subió a una motocicleta cascada y se recorrió de una tacada los casi 500 kilómetros entre Baeza y Valencia. De la mañana a la noche. Llegó aquí sin puñetera idea (le encantaba ese adjetivo) de hacer nada. Pero igual que aprendió a leer y a escribir por su cuenta, hasta a escribir poemas ('Baeza, mi pueblo'), fue autodidacta para convertirse en albañil. A base de trabajar a destajo en los años del 'boom' de la construcción en la costa valenciana se hizo un patrimonio. Sus ojos se iluminaban cuando rememoraba los tábiques y muros de carga que levantaba en lo alto de fincas por Valencia, Cullera, Gandia... Ni FP ni leches. Y aquel pastor andaluz acabó de portero en una finca de solera, en el edificio del número uno de la calle Marvà de Valencia. Allí vio pasar hasta tres generaciones durante las tres décadas que estuvo gestionando la portería. Portero, psicólogo de los más jóvenes, consejero, manitas en casa para los más mayores... 'Nuestro Diego', lo llaman aún hoy. Y en su silenciosa portería el lechero de Baeza leyó y leyó periódicos financieros y publicaciones económicas hasta hacerse un 'broker' de andar por casa. Invirtió en bolsa y le fue bien. Y ni rastro de másters, Harvard ni pijadas similares.

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