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Bienvenidos a la vida con peros. Es la que nos espera a la vuelta de la esquina, la que nos aguarda tras la pandemia, los distintos estados de alarma, y la sucesión de fases superadas. Es como la que recordábamos pero con peros. Sí, se parecerá a la que teníamos a. de C. (antes del coronavirus), sin embargo estará plagada de salvedades, de excepciones, de letras pequeñas. De muchos peros.
Podremos andar por la calle libremente, a la hora que queramos y en el espacio que deseemos, pero deberemos estar vigilantes con quien se acerca, pero tendremos que ir cubiertos con una mascarilla, pero habrá que huir de las aglomeraciones. Pero, pero, pero.
Nos encontraremos con seres queridos a los que hace semanas que no vemos y a los que nos unen las ganas de compartir vivencias, de hacer planes y de recuperar el tiempo perdido, pero será necesario guardar las distancias, evitar los abrazos y escatimar las muestras de afecto ante cualquier riesgo para nuestra seguridad. La nueva vida nos exige ser más desconfiados.
Acudiremos a disfrutar de la música en vivo, a sentir los acordes muy cerca, pero lo haremos bien separados los unos de los otros como si hubiese un concierto específico preparado para cada uno y nos impidiesen compartirlo con nuestros acompañantes. Volveremos a los cines pero lo haremos metidos en coches o en salas desangeladas, con lo que aquello de la experiencia colectiva será menos colectiva que nunca. Visitaremos museos pero con la obligación de pasar procesos de desinfección antes y de tomar medidas para disipar cualquier sospecha de contagio. Sí, en la nueva vida todos nos hemos vuelto sospechosos.
Regresaremos a nuestros trabajos, retomaremos las rutinas, recobraremos los contactos habituales, pero nos perseguirá constantemente el temor de un brote, de una desescalada mal articulada, de un contratiempo del que nadie se haya percatado.
Reinstalaremos la normalidad pero será difícil que el virus no se cuele en las conversaciones, en nuestras cuentas a fin de mes y en las previsiones de futuro. Porque lo que ha pasado nos va a perseguir una temporada y va a contaminar cualquier proyecto vital o profesional que vayamos a emprender en adelante.
¿Nos sentiremos felices? Sí, pero. ¿Volveremos a viajar para tratar de evadirnos? Sí, pero. ¿Seremos capaces de disfrutar de reuniones y citas? Sí, pero.
Ahora nos toca acceder a una especie de limbo, a una tierra de nadie con reglas no escritas a las que nos vamos a ir adaptando, a un escenario intermedio entre lo que éramos antes y lo que seremos después. Daremos besos con sabor a pero. Regresaremos a lugares a través de mapas señalizados con peros. Conquistaremos parcelas esquivando peros. Superaremos trabas y crisis reinterpretando cada uno de esos peros.
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