Directo El Rey visita por sorpresa las fallas de Torrent

Ha cerrado el último videoclub que conocía en activo. El videoclub de mi barrio. Debido a su clausura inevitable, las películas se liquidaban a buen ... precio. Una auténtica ganga. Me compré un puñado de blu-rays de películas de culto por un importe de risa y me dio un fuerte ataque de melancolía al ver tantos DVDs apilados, unos sobre otros sin orden ni concierto. Cajas repletas de cine. Cuando no existía internet, algunos cinéfagos nos perdíamos durante horas en estos benditos lugares. Deambulábamos por los pasillos hipnotizados por las carátulas que lucían en las estanterías. Cientos y cientos de películas, no necesariamente reconocibles a simple vista. Llamaban poderosamente la atención los estuches con la portada más rara. Triunfaban las cintas de terror, de serie B y Z, aunque no sonasen de nada.

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Las plataformas de pago están encontrando un filón en las series y películas de terror, gracias al tirón del género entre el gran público, como antaño ocurría en aquellos añorados videoclubs, donde era habitual alquilar filmes de miedo solo por la cubierta: cuanto más horripilante, mejor. Era inevitable dejarse llevar por los encantos de carteles en miniatura que no se cortaban a la hora de mostrar violencia. Eran explícitas y estaban a la vista, mientras el cine X contaba con su propio habitáculo prohibido, cerrado con una cortina y un cartel donde podía leerse: «No apto para menores de 18 años».

Netflix empezó como un videoclub con servicio a domicilio y ahora está disponible en cualquier dispositivo. Las plataformas son, en esencia, videoclubs, aunque nadie va a alquilar la novedad antes que tú. Navegar sin rumbo por el menú es algo parecido a pasear entre las estanterías, en un mundo en constante transformación donde el formato físico pierde pegada.

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