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¿A qué vino Peter Lim?

ROSEBUD ·

El interrogante, sin respuesta, da paso a otro. ¿Por qué no se va?

Antonio Badillo

Valencia

Miércoles, 10 de marzo 2021, 07:33

La pregunta rebota en las meninges como la bola de un pinball. ¿A qué vino Peter Lim al Valencia? Sería más fácil deducir a qué no vino. No vino a armar un equipo campeón. Desde aquel recibimiento a lo Mister Marshall, ole mi suegra y ole mi tía, cada paso ha devaluado voluntariamente la plantilla. Más Llorente que Abramóvich, el empresario iluminado por el neón de Forbes vende lo que no compra, gestiona con la racanería de quien sólo aspira a cuadrar balances -¿para eso hacía falta ir tan lejos?- y cuando el azar le regaló la fórmula del éxito, la malbarató desprendiéndose del ejecutivo que hoy es oro para Laporta o del rey Midas de los técnicos españoles al alcance del bolsillo. No vino a la estela de una ilusión, porque rehusó empaparse de la liturgia futbolística de Mestalla. No vino en busca de un trampolín desde el que lanzarse sobre otra pieza más apetecible. La abulia mostrada aborta toda expectativa de progreso. No vino por vanidad, para descartar ante el mundo que tras el tópico del hombre hecho a sí mismo, el hijo del pescadero y demás señuelos haya una moneda al aire. Ni siquiera se diría que vino a apuntalar su marca empresarial en Occidente. El armatoste de Cortes Valencianas evoca nuestra ruina tanto como mancilla la imagen de su gestión. Es ya obvio que a Lim lo buscaron más de lo que él se ofreció, que en esta inestable relación ha sido amante pasivo, lo que alumbra otro enigma. ¿A qué espera para largarse y salvar algo de su crédito, abandonando un club machacado con el que no comparte vínculo emocional? De nuevo hay que aproximarse a la respuesta desde el descarte. No lo mantiene aquí el afán de redención, menguantes sus proyectos como el héroe de Richard Matheson. Tampoco el arraigo con una ciudad a la que desprecia igual que ella a él en justa reciprocidad. Llegados a este punto, alzo la bandera blanca. Si no desvelas para qué viniste, explica al menos por qué no te vas, Lim. Difícil de entender salvo que ambos interrogantes conecten y en el fondo sigas buscando algo que aún desconocemos, dando pábulo a viejas leyendas desatendidas cuando el ruido del hambre arrancado a las tripas acalló las advertencias. Apena ver al Valencia moribundo en los brazos indiferentes de un rico de Singapur, entregada su frágil esperanza al entusiástico cortejo de un príncipe de Malasia. Que nadie se engalle, la culpa es compartida. A Lim lo trajo la astucia de Salvo para agitar a las masas, pero hasta ambos nos llevaron sus antecesores, todos con denominación de origen autóctona. Ellos encresparon las aguas donde se hundiría el transatlántico, y en tal situación era previsible que el tiburón encontrara al náufrago antes que este un salvavidas. Corren malos tiempos para la filantropía.

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