Antes de que aterrizara Filomena, 2021 ya se había estrenado con dos hechos virales. Ambos inquietantes aunque en ningún caso comparables. El primero ocurrió el 3 de enero en Barcelona. Un menor llega a una zona y en unos segundos es rodeado por un grupo de jóvenes que comienza a propinarle todo tipo de puñetazos, patearle, tirarlo al suelo, quitarle la camiseta, robarle el móvil... así hasta que consigue levantarse para huir como puede. La escena es captada por la cámara de un teléfono y colgada en redes sociales. La crueldad es tal que es difícil mantener la vista fijada en la imagen pese a lo poco que dura la grabación. Muchos internautas se volcaron para identificar a los agresores que fueron detenidos. Un juez de menores les ha impuesto medidas cautelares como prohibición de aproximación y comunicación con el agredido. Sean cuales sean los detalles del contexto previo con los que se ha especulado no cambian la naturaleza brutal e injustificable del ensañamiento. Desgraciadamente, este episodio de violencia está destinado a quedar en el olvido como un suceso más pese a que no es algo aislado. Si no hay protección ni prevención, lamentablemente, esto volverá a ocurrir. De hecho, según un estudio realizado hace meses por la Unesco en 144 países, uno de cada tres menores sufre acoso. Una situación de «verdadero flagelo», en palabras de la responsable del organismo, que provoca daños físicos y morales a millones de niños.
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El 6 de enero de 2021 será recordado por el día del caos que se adueñó de las instituciones que sostienen la longeva democracia en Estados Unidos. Llegó tarde Twitter a bloquear la cuenta de Trump «como resultado de la situación violenta sin precedentes». Llegó tarde el refuerzo de la Guardia Nacional, dependiente de la Casa Blanca, pese a la petición de socorro de la alcaldesa. El cuerpo policial del Capitolio, cuyo responsable ya ha dimitido, se vio desbordado por las hordas que se multiplicaban arrasando con todo haciéndose selfis y disfrazando de circo el ataque. Se desconoce si el asalto al Capitolio es el penúltimo o el último episodio del legado de la administración de Trump. Porque con Trump nunca se sabe. Acorralado ante las posibles represalias, ha cedido a decir que facilitará una transición ordenada (sic) que está por ver. Mientras parece que la opción de destituirlo por la vía de la enmienda 25 -en manos de Mike Pence- no se descarta, los demócratas han acelerado la maquinaria de un segundo juicio político que le podría dejar fuera del tablero electoral en 2024. Con o sin impeachment, el 20 de enero está obligado a abandonar la residencia presidencial tras cuatro años en los que ha plantado la semilla del odio y la división. Él se irá pero su ejército de radicales fieles no tiene intención de hacerlo. La polarización de la sociedad norteamericana será uno de los grandes desafíos para Biden, del que se espera un mandato, como señaló Time, que sea «tiempo de sanar».
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