Violencia humana

Inhumanidad. Y al final es la inhumanidad lo que subyace detrás de todo. Es una violencia inhumana. Sin más. Y en la mayoría de los casos sin un suficiente castigo en el Código Penal, que intimide a la hora de cometer esos hechos. Se insiste en que no hay que legislar «en caliente». Cuando llega el frío, todo sigue igual. Y de nuevo el horror. Y otra vez lo de «no actuar en caliente». Y continúan cayendo vidas inocentes. Alguien que es capaz de causar semejante horror a dos niñas de cortísima edad, sea con el objetivo que sea, es un monstruo. No es un machista (aunque también) ni un representante del opresor patriarcado. Es un malnacido, un ser psicópata, sin escrúpulos ni sentimientos, alguien que puede hacer daño a sus hijas, a su novia, a sus padres, a sus amigos y cualquiera que se ponga en su camino. Idéntico caso el de Yaiza, la niña de cuatro años muerta a manos de su madre en Barcelona. Asfixiada con una bolsa de plástico. La homicida quería hacer daño a su marido. Eso dijo. Y ya está el uso de esta muerte echando humo como argumento de los que quieren minimizar la violencia sobre las mujeres. Pues esa violencia es la misma que la que se esconde tras el terror de Canarias. Sin etiquetas. Inhumana. Brutal.

Como la que sufrió un amigo y su familia por parte de su ex. Mucho más ínfima y superable, la comparación quizás no aguante. A raíz de la comunión de la niña. La ex invitó a todos sus parientes. Nadie por parte del padre, sólo él. ¿Quién sufre al final la mayor parte de esa violencia? La menor, como casi siempre. Como es violencia la que ejercen los hombres que ponen los cuernos a sus mujeres. O las jefas que ningunean a empleadas por razón de sexo. Por no verse eclipsadas. También ocurre. Como es violencia la de quienes ahorcan galgos. O que llevan al suicidio a su compañero de pupitre. O los que callan viéndolo. No etiquetemos más. No peleemos. Los animales no son tan crueles. Quizás todo pase por ser demasiado humanos.