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Siempre me ha parecido encomiable que en los partidos políticos existan voces discordantes que sirvan para modificar los discursos, para variar actitudes o, simplemente, para hacer reflexionar aunque no provoquen consecuencias. Entiendo como voces discordantes buenas aquellas cuyo objetivo no sea otro que el de buscar el bien general de la formación a la que pertenecen y no las que actúan únicamente pensando en sus intereses particulares. No pretendo con los casos que cito en este artículo señalar los que pertenecen a un grupo o a otro, ni expresar mi opinión sobre ellos. Solo deseo manifestar mi apoyo hacia quienes se atreven a salir del pensamiento único, a los que no temen defender tesis que no cuentan con apoyos mayoritarios.
No es algo nuevo. PSOE y PP han acogido en sus filas en numerosas ocasiones a miembros que no comulgaban con las decisiones tomadas por la dirección o que mostraban discrepancias puntuales con otros compañeros. El tiempo solía resolver la duda de si se habían movido con intenciones oportunistas o no. En las últimas semanas, por ejemplo, hemos visto a González Pons ejercer este papel, el de quien sostiene una postura contraria a la de otros dirigentes del PP con respecto a la ampliación del Puerto de València.
En los partidos más jóvenes también se crean situaciones de este tipo. De hecho la historia de algunos de ellos está plagada de voces discordantes. Lo hemos visto en Ciudadanos (sobre todo tras los acuerdos alcanzados con Vox), en Podemos (dividiendo al partido en dos) y, ahora, en Más País. Y mira que esta última formación apenas ha echado a andar, que todavía gatea por la esfera política. Y, pese a esto, ya ha encontrado a su primera disidente. Clara Serra ha asegurado no estar de acuerdo en la forma en que se está construyendo Más País como proyecto estatal y ha señalado la candidatura por Barcelona como un error. Advierte, además, de algo preocupante: la falta de compromiso real de esta nueva fuerza con el feminismo. «Hace falta acordarse del feminismo no solo en las fotos y en las campañas», criticó.
Las voces discordantes en los nuevos partidos, sin embargo, optan por irse antes que pelear desde dentro y esa es una mala noticia. Esas voces han de servir para mejorar, para avanzar, para rectificar, porque si se van -por voluntad propia o porque no les queda más remedio- sus acciones no valen para nada y, tras acaparar dos o tres titulares, se diluyen y caen en el olvido. Si Serra fue una de las impulsoras hace unos meses de un proyecto en el que -suponemos- creía y consideraba necesario, ¿por qué lo deja ahora y no lucha por sacarlo adelante? ¿Tan poco margen de mejora hay en estas plataformas? ¿O son los nuevos políticos menos combativos y tiran la toalla a la primera de cambio? Hoy solo tengo muchas preguntas y pocas respuestas.
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