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Una marca española de zumos envasados está desplegando una campaña de publicidad para promocionar su zumo industrial de naranja. El mensaje publicitario apunta a la ... conciencia ecologista del consumidor, indicándole: si tú compras naranjas y te haces el zumo en casa, porque crees que es más fresco y tiene más propiedades, que sepas que de esa manera estás desperdiciando al menos el 50% de lo que has comprado (piel y pulpa), que va a la basura, mientras que si eliges nuestro zumo, es igual de bueno y saludable y además sólo pagas el producto que consumes, y nosotros aprovechamos esa mitad de la fruta que tú adquieres y has de tirar, porque reciclamos los restos para otros usos sotenibles.
¡Chapeau! para los creativos que han ideado tan original mensaje y para el empresario que lo impulsa. Porque sabiendo que tienen enfrente la idea de que lo industrial se contrapone a las indiscutibles bondades de lo fresco y natural, buscan sus ventajas y las destacan ante el público consumidor.
Ese matiz de señalar que con cada naranja que se exprime en casa se pierde la mitad -y si se come entera, el 25%- es una genialidad, desde el punto de vista publicitario. Y otra, resaltar que ellos lo aprovechan todo, como si acabaran de inventar lo que hacen desde siempre todas las fábricas de zumos: destinar los residuos para alimentación animal, y, más recientemente, para obtener abonos y energía.
Es seguro que muchos productores de cítricos se sentirán inquietos al escuchar el citado spot, porque saben que las naranjas que producen no tienen su mejor destino de rentabilidad en las fábricas de zumos, que suelen pagar poco, por debajo del coste de cultivo, sino en el mercado en fresco, y que en la medida en que se fomente y crezca el consumo de productos industriales decaerá el de la fruta fresca, que es de lo que viven; con el añadido de que buena parte de lo que se vende envasado ni siquiera se obtiene de materia prima nacional, sino de zumos fabricados en Brasil.
Sin embargo, se echa de menos es que esa misma inquietud del productor citrícola, tan lógica, no se traduzca en otros anuncios que intenten contrarrestar en buena lid los efectos publicitarios de la competencia. Para ello bastaría con poner algún céntimo por kilo, con destino a insistir en las indudablemente mayores ventajas de salud y sostenibilidad de las naranjas frescas de nuestros campos. Por sabor, por vitaminas, por compromiso, por km 0 y porque ya sabemos lo de la piel de la fruta, que reciclamos para compostaje a través del contenedor marrón. Pero, una vez más, una sola iniciativa es capaz de doblarles el pulso a cientos de miles de productores que se quedan impávidos ante lo que erosiona sus intereses.
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