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Nada más entrar por la puerta de su casa, en una localidad del sur de Valencia, Marta frunció el ceño. Había algo que no estaba bien. No sabía identificarlo, pero se sintió triste. Miraba a Celia, su hija de cuatro días, y, se le rompe la voz al contarlo, sentía que no quería tenerla cerca. «Era como si tuviera una bolsa de gusanos en lugar de a mi hija en brazos», admite. No recuerda mucho de los próximos días: no quería salir de la cama, lloraba continuamente y tenía que obligarse a darle el pecho a su hija, que chilla al fondo de la llamada. «Un momento, cariño, ahora voy», le dice, y en su voz ya no hay rastro de terror. Su historia es la de una de las 7.000 madres que cada año son diagnosticadas con depresión posparto en la Comunitat Valenciana. Su historia es una de éxito: ella superó ese monstruo negro que le acompañaba en los que debían ser los días más felices de su vida gracias a la terapia psicológica y al apoyo de su familia y la de su marido. Otras mujeres, que sufren trastorno de estrés postraumático (un 13% del total de partos) o, incluso, psicosis posparto (apenas un 0,1%), se enfrentan a las enfermedades de salud mental puerperal sin ayuda, en un sistema sanitario público que, coinciden psicólogas, matronas y enfermeras, no tiene los recursos suficientes para ayudar a unas madres que luchan por entender su dolor y, sobre todo, permitirse sentirlo.
Ana (los nombres de los testimonios son figurados; sirva como muestra del tabú que todavía existe al respecto) tiene un relato similar. Ella dio a luz en Madrid, en plena pandemia, y su familia y la de su marido no pudieron acompañarles en unos primeros meses complicados porque su hijo sufría una enfermedad congénita. «No hacía más que mirarle dormir porque quería que creciera pronto para ver qué problemas iba a tener», admite. Claudia acaba de ser madre. Ella no sufrió depresión, pero sí se sintió sola durante los primeros meses. «Me encontraba desubicada y me costaba gestionar todo. Creo que nos pasa a todas las madres: pierdes una parte como mujer porque parece que no encajes igual en todos los planes», asegura. La salud mental posparto es una gran desconocida, como explica Pascual Palau, presidente de la Alianza Hispanohablante por la Salud Mental Perinatal y de la Familia. «En España estamos como estaban en Francia o Reino Unido hace treinta o cuarenta años», admite de forma gráfica.
Marta
Diagnosticada con depresión posparto
Ana
Presunta depresión
Claudia
Sin diagnóstico
Pero vamos paso por paso. Lo que sufrieron Marta y Ana es lo que se conoce como depresión posparto. Además de esta enfermedad, ya más o menos conocida, la salud mental perinatal incluye el trastorno por estrés postraumático y la psicosis. La más grave es esta última. Es la que sufrió María Gumbau, la valenciana que en 2019 mató a sus dos hijos en Godella y que sufría delirios extremos. Pero también es la menos frecuente. Volveremos a ella más tarde.
Quedémonos ahora al lado de las lágrimas de Marta. O de Ana. De esa oscuridad que les complica el día a día. Al habla Sara Jort, psicóloga especializada en salud mental perinatal, que deja una sentencia para empezar: «La maternidad no es ni de color de rosa ni lo peor del mundo». Explica que cualquier mujer que sienta un malestar después de dar a luz debe buscar ayuda. «A veces puede ser un grupo de lactancia materna, una psicóloga… pero hay que buscarla», comenta Jort, que añade que para muchas mujeres ver a famosas que parece que no hayan pasado por un parto les afecta. Lo cierto es que algunas de estas nuevas madres pueden caer también en trastornos de conducta alimentaria derivadas de ver que su cuerpo ya no es el que era. Jort añade que no dormir lo suficiente «hace a las mujeres muy vulnerables a una depresión posparto». En este sentido, recomienda «cuidar la alimentación, salir a pasear, cambiar las rutinas…». En definitiva, volver a ser mujer, como decía Claudia. Además, alerta: «La depresión posparto necesita tratamiento o terapia. No se va sola».
De la misma opinión son las matronas. Carol Ruiz y Rocío Pérez, enfermeras especializadas en obstetricia y ginecología que trabajan en el centro de salud del Alto Palancia y en el hospital de Sagunto, respectivamente, coinciden en hablar de la importancia del tratamiento. Y también de la dificultad de ofrecerlo en la sanidad pública. «Hacemos dos visitas tras el parto y se quedan cortas. Cuando detecto una depresión posparto, puedo derivarla a los psicólogos pero no pueden atenderlas porque están saturados», explica Ruiz, que reconoce que buscan algún pretexto para volver a quedar con las madres con la excusa de ver cómo va la lactancia y así comprobar el estado su salud mental.
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Pérez añade: «Actualmente el ratio de matronas en España y más concretamente en la Comunitat está muy por debajo de lo marcado por la OMS. En ocasiones no se cubren las bajas o vacaciones en centros de salud. Esto supone una desigualdad para muchas mujeres que no pueden desplazarse al centro que se les asigna». En el mismo sentido se expresa la Federación de Salud Mental de la Comunitat Valenciana, que pide que la salud mental se incluya en los controles y que se creen unidades materno infantiles especializadas en salud mental, «tanto para mujeres con trastorno mental grave previo a la gestación como para las que no tenían uno».
Volvemos a las matronas, porque de la mano de ellas vamos a conocer el trastorno de estrés postraumático derivado de un parto en el que las mujeres sufran violencia obstétrica o de que no se respete el plan de parto de la madre. Carol Ruiz asegura que si la matrona se sensibiliza contra la violencia obstétrica «dejas de poner en práctica ciertas técnicas, como la episotomía»: «Tienes que ver a qué mujer tienes delante e intentar ayudar a que sus expectativas se cumplan».
La psicosis posparto es el gran desconocido, el monstruo más peligroso que acecha a las madres. La psiquiatra Patrícia Llorens explica que es «poco frecuente pero muy grave»: «Se caracteriza por una intensa angustia y temor irracional con pérdida de contacto de la realidad. Cursa con ideas delirantes y alucinaciones, que llevan a conductas muy desajustadas». «La posibilidad de conductas de riesgo tanto para la madre como para el neonato hace imprescindible el tratamiento farmacológico y en algunos casos el ingreso en la unidad de hospitalización psiquiátrica», comenta. Sobre estas enfermedades comienza a levantarse el velo de silencio que obliga a las mujeres a invalidar sus propios sentimientos y a pensar que lo importante es que el niño esté bien. «Pero si deberías estar encantada», les dicen, y ellas se sienten aún más culpables.
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