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A.S | Javier Bosch
Jueves, 18 de agosto 2022, 13:27
Un grupo de personas con rostros preocupados espera en la entrada del Puesto de Mando Avanzado (PMA) de Viver. El enfado es patente en todos ellos. «El campo está hecho un asco para que vengan a hacerse cuatro fotos», suelta un hombre con cara de pocos amigos. Hasta que la Guardia Civil, en forma de un sargento, no sale a recibirles, no se tranquilizan. Son ganaderos de las localidades de Bejís, Teresa y Torás que se presentaron este jueves en Viver para reclamar acceso a sus explotaciones. Llevan varios días preocupados y no saben qué se encontrarán cuando abran las puertas de sus establos y se despeje el hollín.
La consellera de Interior, Gabriela Bravo, aconsejada por los mandos técnicos del incendio que castiga el Alto Palancia, anunció el mismo jueves que permitiría a los ganaderos acudir a sus explotaciones a lo largo de la tarde. «¿Pero tenemos que esperar aquí?», preguntaba uno. «No, no, vete a casa, si primero va este y tiene que ver cómo están sus mil pollos», le decía otro. Lo cierto es que muchos de estos granjeros cuentan con explotaciones más o menos pequeñas, y se iba a dar prioridad a las más grandes. Como el caso de este vecino, que no sabía cuántos de sus pollos iban a seguir vivos. «Llevan tres días sin agua», lamentaba. Él tiene más de 1.000 y teme que muchos de ellos hayan muerto bien por las altas temperaturas o bien por que el incendio haya llegado hasta la explotación.
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Otros ganaderos protestaban porque tuvieron que salir tan rápido de sus pueblos que no les dio tiempo a hacer lo que hicieron en el último gran incendio que sufrió la zona. «La otra vez, abrí la puerta del establo y salieron todas las cabras. No se me murió ni una», explicaba un vecino de Torás. En este tipo de grandes incendios, la cantidad de animales en libertad que fallecen es reducida, porque son lo bastante inteligentes como para huir del fuego, como se ha visto con familias enteras de jabalíes que escapan de las llamas en el siniestro de Vall d'Ebo.
Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Algo así deben de pensar los pastores y ganaderos del Alto Palancia, que se han encontrado con que necesitaban un lugar para estabular sus rebaños ante el avance de fuego. En Artaj, al sur de la zona que comenzó a arder el lunes, hubo vecinos que, en la tarde del miércoles, huyeron del pueblo presos del pánico. «Empezó a caer ceniza y el humo se aproximaba al pueblo, por eso algunos vecinos optaron por irse», comenta Jorge Aspas, vecino de Artaj. No obstante algunos decidieron quedarse en el pueblo y salvar a las ovejas. Sin esa ayuda estos animales probablemente habrían muerto abrasados por el temible fuego que se desplazaba rápidamente hacia el sur. Fue entonces cuando los vecinos observaron una curiosa escena. «Vimos que un vehículo todoterreno con remolque traía a las ovejas del pueblo para ubicarlas en el frontón, la verdad nos quedamos sorprendidos», comenta Aspas. Los vecinos consideran positiva esta medida para proteger a los animales: «Ha tenido muy buena aceptación entre los vecinos que nos hemos quedado», indicó.
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