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F. R.
valencia.
Sábado, 4 de abril 2020, 23:23
Javier Guinea tenia 80 años y Concha Gil, 76. Estaban casados y disfrutaban viajando. Viajaban todo lo que podían tanto con el Ateneo como con el Imserso. Vivían en la calle Comedias, en el centro de Valencia. Ella había tenido una óptica en la calle Bachiller y él había sido el director de una fábrica de papel en Buñol. Se habían ganado su retiro y exprimían la vida.
«Mis padres se fueron de viaje a Ibiza con el Imserso del 5 al 12 de marzo y suponemos que a la vuelta, en el aeropuerto o en el avión, se contagiaron», asegura Inma, su hija, que al igual que su hermano también está infectada con coronavirus.
«No entiendo cómo los viajes del Imserso no los cortaron antes, porque los mayores son un grupo de riesgo y el 1 de marzo ya sabían lo que pasaba», se queja Inma. Tal vez si no hubieran ido a ese viaje no se habrían contagiado.
«Empezó mi madre a tener febrícula al poco de volver de Ibiza. Al cabo de unos días se aturdió y la llevamos al centro de salud. El médico nos envió a urgencias. Aguantó tres días. Ingresó el día 22 en el Hospital Clínico».
Cuando su madre ya estaba hospitalizada en el Clínico Inma y su hermano le comentaron al médico que su padre también tenía síntomas de coronavirus y les dijo que lo llevaran. «El 23 ingresó mi padre y lo trasladaron a otra planta porque estaba menos grave».
A Javier le ocultaron el estado de su esposa pero él insistía en saber. «Mi padre pidió que la pusieran con ella, en la misma habitación. Mi padre estaba mejor que mi madre, la verdad. Estuvieron juntos día y medio en la misma habitación, algo que no es lo habitual, creo. A los dos días de fallecer mi madre, mi padre no aguantó más. Le dio un infarto y se marchó», rememora Inmaculada.
Recuerda que su padre tenia «una inflamación en los pulmones» fruto del coronavirus y que la muerte de su madre se debió a un fallo multiorgánico. «Mi padre no aguantó que mi madre muriera», resume.
Javier y Concha, a pesar de las ganas de vivir que mostraban, no eran unos jovenzuelos y la vida de intenso trabajo y la edad les había pasado factura. Concha sufría enfermedad pulmonar obstructiva crónica, con lo que era peligrosísimo que contrajera coronavirus. Y Javier estaba infartado, también dentro de un grupo de riesgo. Y fue el dolor en su corazón por la pérdida de su amor el que lo mató, no solo el coronavirus.
«Para mí, la verdad, es como si todavía estuvieran de viaje, como si no hubieran vuelto y siguieran disfrutando en Ibiza», comenta Inma Guinea.
«Ahora en casa de mis padres estamos tres personas. Mi hermano, una amiga de la familia y yo. Yo estaba viviendo con mis padres porque están reformando mi casa, y mi hermano, porque al estar en contacto con mis padres los médicos le dijeron que no fuera a su casa. Los tres tenemos el coronavirus. Ellos dos lo están pasando de forma más leve y yo tengo fiebre, por las tardes me sube a 39», lamenta.
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