Una de ellas, vestida con un batín gris con flores rosas, lleva tres barras de pan en una bolsa. La otra, vestida de calle, sonríe. «Estoy muy contenta hoy, he tenido mucha suerte, ¡he conseguido suavizante!», le cuneta a su amiga del batín. Se llaman ... María y Lola y son vecinas «de toda la vida». «Nos gustaba bajar al bar a tomarnos un café a mitad tarde, después de la novela, y contarnos nuestra vida, pero ahora... ya ves», dice María mientras señala alrededor. Más allá de este oasis de calor y alegría que son dos señoras mayores, el resto de la confluencia de las calles Palleter y Poeta Llorente, en Paiporta, es una zona de guerra. Hay barro, todavía mucho barro. Hay coches destrozados, sobre todo en el barranco y en los solares donde se amontonan. Hay rabia. Hay tristeza. Hay dos bares y una farmacia. Y una peluquería. En todo el pueblo, un pueblo de 25.000 personas que sigue anclado en la tarde del lodo.
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Han pasado 20 días, pero en esta mañana de lunes no ha cambiado mucho respecto al jueves 31. Huele menos a humedad, el suelo es ligeramente más estable (en las calles principales) y hay más militares, muchos más, en esta Paiporta que es capital de España. Está la Policía Municipal de Madrid, así como la Policía Foral de Navarra y las locales de Rota o de Jaén. Hay camiones cuba de la Junta de Castilla y León y de Extremadura. De hecho, unos chicos extremeños son los que han ayudado a los vecinos de la calle Industria, cercana a las vías del tren, a vaciar sus garajes. Hasta este lunes.
Mari Carmen y sus vecinos se acercaron este lunes a la puerta del Ayuntamiento de Paiporta para preguntar por qué y en base a qué órdenes se exigió la retirada del camión. «No lo entendemos, nos queda mucho fango y todavía un poco de agua, las paredes han empezado a combarse», explica esta vecina, mientras otra añade que lleva veinte días sin ver a sus hijos. «En mi casa no se puede vivir», lamenta. Finalmente, tras una visita de una concejala del Ayuntamiento, se autoriza a los trabajadores extremeños a continuar con las labores en la calle Industria.
Otros no han tenido tanta suerte. «Desde la primera semana nos apuntamos en el Ayuntamiento de Paiporta para que vinieran a quitarnos el lodo con retroexcavadoras y no vienen. Lo pidió también nuestro administrador de fincas y nada», explica Mar Buendía. Incluso una vecina de la misma finca, Pili Pocero, detalla que ella ha ido también al puesto de mando para solicitar el ejército en varias ocasiones.
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Mar añade que en un bando «nos han pedido que no intervengamos por nuestra cuenta, que Bomberos y UME están actuando. Nos dicen que los lodos deben de retirarse correctamente y no tirar al alcantarillado, pero ni podemos quitarlo nosotros ni vienen a quitarlo». También explica que en el Ayuntamiento han dicho que «habían puesto 500 sacas de rafia para los lodos, pero en la zona en que vivimos no ha llegado ninguno» y hemos pedido que pongan contenedores de obras «y nos dicen que sólo han podido conseguir quince que les han dado desde la Conselleria». Argumenta que no se puede creer «que en un país con tanta construcción, no nos puedan enviar contenedores para depositar el lodo y así que no vaya a la alcantarilla». Y describe que han pedido presupuesto a una empresa de retirada de lodos «y nos quieren cobrar 170 euros la hora, sin saber cuántas horas se precisan. No podemso más».
Desesperados, temen que tarden meses en quitarles el lodo de los garajes: «Nosotros ya llamamos a fontaneros para que arreglaran las tuberías de fecales. retiramos el lodo del primer a segundo sótano para sacar los coches y ya no sabemos qué más hacer». Incluso esta vecina detalla que están «otra vez dejados de la mano de Dios. En una planta del Ayuntamiento »me dicen que no pueden enviarme voluntarios, en otras que sí, pero tampoco nos llega el turno«. Pili Pocero añade: »No pedimos que nos saquen los lodos y nosotros mirar desde el balcón, sino que lo que pedimos es ayuda porque manos sólo tenemos dos cada uno y hay mucho trabajo y precisamos de contenedores y retroexcavadoras pequeñas«.
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La vida sigue, o lo intenta, en una localidad paralizada por el fango. En Paiporta hay muy pocos comercios abiertos. Dos bares, una farmacia, una peluquería... Lo intentan, pero el pueblo subsiste gracias a un caos solidario extrañamente efectivo y a la rabia de unos vecinos que no se quieren. Muchos de los locales destruidos se han convertido en puntos de reparto de comida, agua y productos de primera necesidad gratuitos, en un intento desesperado de recuperar un ápice de normalidad: verjas destruidas junto a pintadas en las paredes que cargan contra los políticos y dan las gracias a las muestras de cariño llegadas de toda España, algunas en forma de dibujos hechos por niños.
Niños como los que hasta hace poco llenaban Mamá Pato, una de las guarderías más conocidas de la localidad. Regentada por las hermanas María y Charo Castells, Mamá Pato está en la calle Nueve de Octubre, en el corazón de la zona más afectada. Está cerrada porque en el suelo que hasta hace nada ocupaban los más pequeños hay ahora un enorme agujero.
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«Han desalojado el edificio entero porque hay una viga al aire y aunque no peligra la estabilidad lo han desalojado por precaución», cuenta María Castells. Ellas han empezado una recogida de fondos por internet a través de la plataforma GoFundMe donde ya han conseguido 13.000 euros. «Eso es como un complemento, la reforma es mucho más cara», asegura María. Ella explica que tuvieron suerte porque la guardería estaba cerrada entonces. «Sólo trabajaba la mujer de la limpieza que por suerte pudo escapar, aunque le costó mucho hasta que consiguió encaramarse al primer piso», explica. Algunos de sus nenes ya están en otras guarderías, aunque las hermanas Castells esperan que Mamá Pato pueda reabrir sus puertas este curso.
«Es nuestro sueño y no nos vamos a rendir, vamos a abrir cueste lo que cueste», asegura, en una frase que ejemplifica lo que vive todo un pueblo que continúa, 20 días después, anclado en la tarde del lodo.
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Uno de los bancos de la tortada que Goerlich construyó para la plaza del Ayuntamiento de Valencia ha sobrevivido a la barrancada. Ahí permanece el banco, cerca de un parque lleno de niños, y al lado de un barranco destruido en el que faenan excavadoras que mueven el lodo de un lado a otro. Las piezas fueron trasladadas a Paiporta tras el desmontaje de la estructura.
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