Pablo Alcaraz
Jueves, 17 de agosto 2023, 01:22
En un paseo por El Palmar se puede apreciar la combinación de restaurantes, barracas y embarcaderos, todo en una misma calle. Esta puerta de acceso a la Albufera es también conocida por quienes tienen buen paladar como la meca gastronómica de la paella valenciana. Algunas ... viviendas próximas a los canales de agua que jalonan la localidad lucen en sus balcones redes de pesca con las que parecen homenajear sus orígenes. Un fuerte olor a paella inunda la plaza de la pedanía. Algunos visitantes se reparten entre las terrazas de los establecimientos para refugiarse del calor mientras disfrutan de la comida a la sombra de los toldos y las sombrillas. Es un día entre semana y se nota que hay menor afluencia de gente. Aun así, los camareros sirven y retiran platos a destajo y los embarcadores sueltan las amarras de sus botes cuando se llena el cupo de personas a bordo.
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La Meseta, Nuestra Señora de las Nieves y Empar permanecen atracadas en uno de los muchos muelles que hay escondidos entre los cañaverales. Ernesto tiene una empresa de paseos en barca por la Albufera desde 2004. Actualmente hay más de una decena de compañías dedicadas a este sector dentro del turismo. La gente que se dedican a esto son profesionales autónomos que están lejos de ser grandes empresarios y que subsisten gracias a llenar sus barcos de visitantes y hacer rutas por este paraje. El público se reparte en función de los días de la semana: los turistas internacionales son quienes más acuden entre semana mientras que los visitantes nacionales lo hacen sobre todo los fines de semana. Los domingos son la fecha preferida por los valencianos para desconectar mientras surcan las aguas de la Albufera. Este vecino explica que este oficio es una buena salida laboral para quienes no tienen estudios en una pedanía tan dependiente del turismo como El Palmar. «Actualmente vivir del arroz o de la pesca es más complicado», argumenta.
Un pescador apura la hora para llevar su captura del día a la cofradía de pescadores de El Palmar. El surco que deja su embarcación rompe la calma de las aguas del canal. El recinto cierra dentro de diez minutos y su trabajo de la jornada puede haber sido en vano si no consigue llegar a tiempo. Finalmente, logra su objetivo por los pelos.
Pepe es el presidente de la comunidad de pescadores de El Palmar y miembro de la junta rectora del parque natural de la Albufera: «La pesca es el alma de El Palmar». Él no está de acuerdo con Ernesto y opina que el negocio de la pesca funciona «relativamente bien y que se puede sacar un salario digno» aunque también reconoce que falta relevo generacional en la profesión. El pescador apunta que a los jóvenes no se les ha inculcado bien el oficio y que la entidad que preside busca «mantener una tradición tan antigua». Un propósito que cumplieron de manera parcial en el año 2016 con la declaración de la vela latina como Bien de Interés Cultural. «La meta final consiste en convertirla en patrimonio de la humanidad», dice Pepe con tono optimista.
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Emilio es el presidente de la hostelería de El Palmar y lleva 31 años con las puertas de su establecimiento abiertas. El propietario señala que, en temporada alta, pueden pasar más de 5.000 personas por la pedanía. Emilio comenta cómo es el flujo de visitantes: «Los clientes vienen más de golpe en invierno mientras que en verano hay menos afluencia, pero hay más goteo». La clientela que predomina es la que viene del extranjero.
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Gema Estevens es la nueva alcaldesa pedánea de El Palmar, después de que hace apenas tres semanas fuera nombrada por la primera edil María José Catalá. Ella debuta en el cargo, pero tiene claras algunas de las principales exigencias para mejorar la pedanía: «Necesitamos más servicios médicos los fines de semana así como una ambulancia medicalizada». En relación con las fiestas patronales, la pedánea manifiesta que hace falta más vigilancia policial para prevenir posibles actos vandálicos y propone que haya un servicio extra de autobuses de la EMT. Esto posibilitaría que los vecinos que se hayan desplazado desde otras poblaciones de alrededor puedan regresar antes a sus casas y evitar así posibles altercados.
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Desde los diferentes sectores económicos de la pedanía proponen que se equilibre la protección de sus negocios con el mantenimiento de la Albufera sobre la que comentan que costó «muy poco de contaminar y mucho de recuperar». Los vecinos piden más inversiones en infraestructuras y embellecer la pedanía. En concreto, reclaman que se mejoren los accesos para poder descongestionar la «ratonera» en la que se ha convertido El Palmar. Además, al estar ubicada en el epicentro del parque natural, todos los terrenos que envuelven la pedanía están protegidos y, por lo tanto, no se puede edificar. Este hecho condena al Palmar a no poder crecer mientras se agrava el acceso a la vivienda. Algunos vecinos alertan ya de la proliferación de cuatro o cinco pisos de alquiler turísticos en la localidad.
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