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: M. COSTA
VALENCIA.
Miércoles, 19 de junio 2019
Clotilde quería recoger este premio sin bastón y con tacones. Coqueta ella, a sus 107 primaveras, había pedido a su nieta que pusiera maquillaje en la maleta con la que iba a ir a Madrid para salir «bien guapa» a recibir este «regalo de la vida», de manos del Rey Felipe VI, una «guinda» que corona una vida cuajada de sacrificio, trabajo y solidaridad.
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La veterana del grupo de galardonados con la medalla del Mérito Civil, natural de Bicorp, protagonizó una de las anécdotas del día cuando, tras recibir la condecoración, volvió a su asiento acompañada del brazo por la princesa Leonor y la infanta Sofía, por indicación de doña Leticia.
Visiblemente emocionada, la anciana agradeció el gesto de la Reina y sus dos hijas y se despidió de sus acompañantes con dos besos y la frase: «Pero hijas, qué guapas sois». Ya en la recepción posterior a la ceremonia, los Reyes le pidieron que les contara el secreto de su longevidad. «Con mucha tranquilidad y trabajando mucho. ¡No saben lo que han trabajado estas manos!», resaltó. Y es que Clotilde Veniel lleva la capacidad de entrega y sacrificio en sus venas. Quizá por eso, a sus 107 años, disfruta de una salud de hierro (apenas toma pastillas) y una memoria envidiable.
La socia y fundadora más veterana de las Amas de Casa Tyrius de su pueblo y voluntaria de Cáritas aún visita a enfermos para darles ánimos, recoge ropa usada y ayuda a recaudar fondos para cualquier causa que lo merezca.
Su larga vida bien podría llenar las páginas de una novela. Nacida en 1912, antes del comienzo de la I Guerra Mundial, Clotilde era la mediana de una sencilla familia de siete hermanos. De niña, ayudaba a su padre con el ganado. Iba al colegio «siempre que podía» pero pronto tuvo que ponerse a trabajar.
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A los 16 años marchó para Barcelona a servir en casa de José Bertrán y Musitu, ministro de Gracia y Justicia durante el reinado de Alfonso XIII. Por aquel domicilio en el que Clotilde era el ama de llaves pasaron muchas personalidades, a las que ella les abría la puerta.
«Una de ellas fue la Duquesa de Alba, por entonces una niña a la que mi abuela le contaba cuentos en castellano para entretenerla porque solía ir con la 'nurse' (niñera), con la que hablaba habitualmente en inglés», cuenta la nieta de Clotilde, Desiré.
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Al empezar la Guerra Civil, su padre la reclamó para reunir a la familia durante la contienda. Después, Clotilde montó una carnicería. «Iba a Canals a comprar los pollos para venderlos en Bicorp». Vendimió en Francia y cultivó el campo con su marido, con quien formó una amplia familia (tiene dos hijos, cinco nietos y seis bisnietos), la misma que ayer, muy emocionada, miraba a su matriarca recoger un «regalo que ni en sueños esperaba recibir». «Ella está feliz, pero nosotros somos los que nos sentimos muy orgullosos porque realmente se lo merece. Su vida ha sido siempre ayudar a los demás».
Ayer Clotilde volvía en el AVE algo cansada, junto a su hija, su nieta y su biznieto, pero «tremendamente agradecida por todo». Quién le iba a decir a aquella pastora, que contó cuentos a una duquesa, que un día, a sus 107 años, recibiría el reconocimiento de todos, de manos del Rey.
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