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Información elaborada por: Á. Serrano, J. A. Marrahí, M. Guadalajara y B. Ortolà
Jueves, 21 de enero 2021, 00:48
«La última estocada» es como se define la decisión del Consell entre los dueños de bares y restaurantes. El cierre se anuncio el martes a mediodía, dejando poco más de 24 horas a los locales para asumir una nueva bajada de las persianas. Derrotados, mientras vaciaban despensas y cámaras frigoríficas, sin apenas esperanzas y con mucha incertidumbre de cuándo será la próxima vez que vuelvan, los hosteleros reclaman un rescate con todas las letras para el sector.
Toni Max Max, Cervecería Celta
Desde los 14 años lleva Toni trabajando en la hostelería. Es gallego pero el servicio militar obligatorio le trajo a Valencia y desde hace más de 35 años regenta un bar en la plaza Xúquer. «Nunca había visto nada igual, nunca nos habían tratado tan mal», se queja. «Basta ya, estamos desgastados, cansados y vivimos con la incertidumbre», decía a la vez que cerraba sus puertas y empezaba a recoger el local. «Tengo barriles con cervezas de importación que me costaron 200 euros cada uno y ya están pinchados, lo voy a tener que tirar todo». El cierre a las cinco ya estaba suponiendo «una ruina total» para su negocio, aunque no ha dejado de endeudarse desde que empezó la pandemia. «No nos tienen en cuenta y nos han castigado injustamente, se han justificado con nosotros de todo lo que pasa», añadía. A sus 65 años no podrá jubilarse porque esta situación le cae «como jarro de agua fría» que aseguró: «Me esta matando».
Pablo Margós Pelayo. Gastro Trinquet
Pablo Margós se ha encontrado con los pedidos que tenía para el día terminados. «Hemos tenido que repartir el género entre los trabajadores y hemos envasado caldos. Hemos intentado guardar todo lo que pudiéramos en una cámara», relata el chef, que explica que para el sector el anuncio del cierre de un día para otro es «una locura»: «Nos han pegado un tiro y nos han dicho que no podemos ir al hospital». Él quiere reabrir, pero no sabe en qué condiciones lo hará porque en las últimas dos semanas ya detectó caída de reservas por el miedo, asegura, de los comensales.
Rafa Pérez. Mangia
El agujero en Mangia, en la calle Brodadors, ha sido importante. «Esta semana teníamos 1.000 euros en producto que hemos tenido que regalar», indica Rafa Pérez, gerente del restaurante. En su caso ha intentado quedarse con la menor cantidad de género en las neveras «porque la otra vez nos dijeron que era para 15 días y mira cómo terminó la cosa». Asegura que cambiar las reglas del juego «a mitad de partido» crea «inseguridad jurídica». «La intención es reabrir cuando podamos, pero esto va a ser una purga. En las calles principales, con alquileres altísimos, no va a quedar nadie», se lamenta.
Paco Guillén. Bar El Torero
El Torero es toda una institución en San Marcelino. Y su dueño, Paco Guillén, todo un personaje del barrio. Ahora, el local cerrará sus puertas y los almuerzos pantagruélicos tendrán que esperar. Guillén es pesimista: «Esto me va a hacer un agujero aún mayor. He perdido ya 50.000 euros». Preguntado por si se plantea abrir para ofrecer comida para llevar, lo descarta porque en el barrio «ya hay tres casas y si la gente quiere una pizza no me la va a pedir a mí». «No puedo abrir y tener una cocinera para vender dos chivitos», relata. Guillén, además, critica la poca flexibilidad que, en su opinión, se tiene con las subvenciones: «No te dan ayudas si dejas de pagar un día el recibo de autónomos y no sé cómo voy a pagarlo si no puedo trabajar».
José Miralles. Alegría de la Huerta
El propietario de Alegría de la Huerta y Brassa de Mar consideró que la situación es «inaguantable, esta es la estocada definitiva a la hostelería». Pide un rescate para el sector, porque cree que «la hostelería está hundida y no necesitamos ayudas con letra pequeña sino un rescate con todas las letras», y estima que los contagios se seguirán produciendo en las viviendas particulares y el daño será doble e irreparable.
Tino Fernández. Bar Marvi
Tino tenía la cámara frigorífica llena de género. «Aún lo estamos asimilando, si es que cuando me enteré venía de comprar para la semana y llevaba el coche lleno». Ayer, tras cerrar a las cinco, aprovechó para hacer limpieza a fondo del local. «Mira, es la quinta vez que hago limpieza a fondo este año entre unas cosas y otras», dijo entre risas tratando de quitar hierro a la situación. «La verdad, ha sido otra vez un palo», reconoce. En su último día abiertos decidieron hacer una promoción y dejar toda la carta rebajada a la mitad. «Ha sido como una despedida, la gente se ha volcado. la verdad. y la clientela tampoco se lo podía creer que otra vez nos tuvieran que cerrar», comentó. Tino cree que estarán más de quince días con las puertas cerradas. «Estoy seguro que un mes no nos lo quitan y con pedidos para llevar no nos salen los números», decía resignado.
Raquel López A Huevo Restaurante
Abrieron hace tres años y se ganaron al barrio. Raquel está agradecida a todos sus clientes por el apoyo que le mostraron ayer. Cree que el cierre no es más que una medida fácil que se adopta sin pensar «en el esfuerzo de cada local, ni en sus circunstancias». «Se ha invertido mucho en la hostelería para ser espacios seguros y nos ha hecho mucho daño que cada dos semanas hubiera cambios en las restricciones», comentaba. Por ahora, seguirán ofreciendo servicio para llevar con su nueva marca surgida del confinamiento, 'Crispy Peix'. Espera que la vuelta sea sin ninguna cortapisa y por suerte sabe que tiene el apoyo del cliente.
Los comerciantes critican el cierre a las 18.00 h: «Abriré antes para poder vender». Así queda el toque de queda definitivo en Valencia. Así se puede hacer deporte con las nuevas restricciones en la Comunitat. Las nuevas medidas contra el Covid en los bingos, casas de apuestas y casinos de Valencia.
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