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Beatriu, la mujer acusada de asesinar a su marido con una enfermedad degenerativa, escoltada por la Policía. jesús signes

«Todas las pistas llevaban a Beatriu. Su posición nos guió hasta el cadáver»

Una policía señala en el comienzo del juicio a la mujer acusada de asesinar y enterrar a su marido en Godelleta

BELÉN HERNÁNDEZ

Lunes, 12 de diciembre 2022

Beatriu estaba convencida de tener el relato perfecto. Su marido Isaac ya había planteado su idea de someterse a la eutanasia. No aguantaba más vivir con una enfermedad degenerativa que cada día le iba consumiendo. Pero la acusada tenía que darse prisa. La víctima ya había manifestado su voluntad de divorciarse de ella. Entonces tendría que despedirse de la pensión y también del seguro de vida. Y no podía permitirlo. Adquirió una parcela en Godelleta en la que enterró el cuerpo, dos meses antes de que se perdiera la pista de Isaac para siempre aquel 1 de diciembre de 2019.

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La acusada logró convencer incluso a su propio hijo, que le acompañó a cometer el asesinato. El menor creía que estaba ayudando a su padre «a irse en paz». Cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde para arrepentirse. Beatriu le dio a Isaac una 'pastilla para dormir' y lo metió en el coche. Cerró las puertas del vehículo y abrió una botella de gas de butano. Se fue con su hijo a dar un paseo. Esperando. Confiando en no tener que mancharse las manos. Pero cuando volvieron la víctima todavía se movía.

Beatriu no podía dejar su 'plan maestro a medias'. Cogió el cordón de las zapatillas de su hijo y estranguló a Isaac hasta cerciorarse de que dejaba de respirar. Cuando el joven le increpó que se suponía que le iban a proporcionar a su padre una 'muerte indolora', la madre le amenazó con que si hablaba le cargaría con todas las culpas.

Esta es la versión que mantienen tanto la acusación particular como la Fiscalía. Ambos piden para Beatriu la prisión permanente revisable y la acusan de asesinato. María José López, la letrada de la acusación particular, ha declarado que la víctima había dejado hecho un testamento con sus últimas voluntades y le había dicho a su hija mayor que si en algún momento decidía someterse a la eutanasia sería ella la primera en saberlo. «Isaac no quería involucrar a nadie de su familia en su muerte. Él quería morir, pero no de esa forma», ha defendido la letrada. Pero la baza con la que juega la defensa es que la investigada obró con el cometido de asegurar que su marido tuviera 'una muerte digna' tal y como deseaba. Por lo tanto, la defensa pide la absolución. El juicio ha empezado este lunes 12 de diciembre y un jurado dirimirá su culpabilidad.

La versión de Beatriu no resultó tan convincente como ella esperaba. Desde el primer momento, la Policía calificó la desaparición de Isaac como 'inquietante'. Fue la misma Beatriu la que acudió a las autoridades con el supuesto mensaje que le había enviado su marido en el que le decía que quería desaparecer el 1 de diciembre de 2019.

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Los investigadores siguieron la pista. Se pusieron en contacto con las asociaciones y también con los países en los que se realizaba la eutanasia. Pero no había ni rastro de Isaac. «Su móvil se conectó desde Barcelona y nos envió un correo para que dejáramos de buscarle junto con fotografías de su DNI. Le comunicamos que si quería que cesáramos la búsqueda se presentara en una comisaría y lo pidiera de manera presencial. Nunca acudió», ha relatado la investigadora citada a declarar. En esa segunda conexión que presuntamente hizo la propia víctima, volvió a mandar mensajes a la gente de su entorno para pedirles que no trataran de localizarle. La agente de policía ha detallado que la actitud de Beatriu cambió y también insistía en que su marido «se había ido porque había querido».

Pero sus actos hicieron que los agentes sospecharan. En palabras de la inspectora: «Todas las pistas nos llevaban a Beatriu». Le colocaron un dispositivo de rastreo en su coche. «Fue ella la que nos guió hasta el cadáver». Al seguir los pasos de la acusada llegaron hasta una parcela en Godelleta propiedad de Beatriu. «Ella pidió que se cavara una zanja de las dimensiones aproximadas de un cuerpo humano», ha destacado la primera testigo. En la intervención policial también descubrieron que la investigada poseía el teléfono de la víctima y todo indicaba a que había sido ella la que había mandado los mensajes de despedida en su nombre.

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