Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia
Alumnos del colegio mayor asomados a los balcones poco antes de lanzar aviones de papel. Irene Marsilla

«He podido ver a mi hija, pero a dos metros»

El blindaje del colegio mayor confinado por un brote sólo se relaja para que familiares y amigos lleven ropa o comida

Joaquín Batista

Valencia

Lunes, 5 de octubre 2020, 15:57

Las primeras horas de confinamiento del colegio mayor Galileo Galilei de Valencia, tras el brote que ha afectado a más de una treintena de alumnos, especialmente de la Politècnica, se están haciendo largas para los afectados, que pasan casi todo el tiempo recluidos en sus cuartos. Sólo se sale por turnos para los desayunos, comidas y cenas, un servicio implantado de forma excepcional este fin de semana.

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Los balcones se han convertido en la válvula de escape, en su contacto con el exterior, y se aprovechan para hablar con otras habitaciones, tomar el sol y también para algo de cachondeo. Ayer, a última hora de la mañana, se tiraron algunos aviones de papel, con vacile al vigilante de seguridad del campus, sin mala intención, incluido: «El que le dé al de Prosegur cien puntos», se escuchó.

El blindaje del centro es total. Según explicaron algunos residentes consultados (los de las habitaciones del primer piso, con los que se podía hablar desde la calle), la única zona de uso común que se está utilizando es el comedor. Ni el gimnasio, la sala de estar, la de música, las de estudio o la azotea son accesibles. De ahí que la estampa del colegio sea bien distinta a la de un fin de semana normal. Aunque la actividad decae (muchos colegiales vuelven a casa), los que se quedan suelen comer fuera o se relacionan en las instalaciones.

La única relajación tiene que ver con las visitas de familiares o amigos que llevan comida, ropa y otros enseres, opción que facilita el colegio mayor, aunque extremando la seguridad.

«La residencia nos ha informado de la situación. Dentro hay seguridad y se nos ha facilitado que les llevemos cosas que necesiten, sin contacto con ellos», señaló Pepe Riera, padre de una alumna de 1º de Enfermería que se desplazó desde Alcoy.

También acudió su mujer y los abuelos, que la saludaron desde fuera. «Hemos dejado las cosas que nos ha solicitado en recepción, ella ha aparecido, se ha subido la maleta y la ha vuelto a bajar vacía. La hemos limpiado con un producto que ha facilitado la residencia, y la hemos visto y saludado pero a dos metros. Está bien, nos hemos quedado tranquilos. Ahora a esperar», añadió.

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Mercedes y su marido se desplazaron desde Cuenca para estar algo menos de diez minutos con su hija. Era una visita ya prevista para llevarle ropa de invierno y una silla, entre otros enseres, aunque les habría gustado comer con ella. «Hemos estado lo que ha tardado en bajar, le hemos dejado las cosas a una distancia de más de dos metros y las ha recogido», dijo la madre, que lo desinfectó todo antes de la entrega. «Nos ha dicho que está bien, que han establecido horarios para el desayuno, comida y cena y están en sus cuartos. No hay nadie por la residencia», señaló. «Están controlados y en cuarentena, algo más difícil de respetar si están fuera», añadió.

LAS PROVINCIAS lo pudo comprobar al acceder al inmueble para contactar con la dirección. No había ni un alma en los pasillos ni en la zona de espera de recepción, más allá de las profesionales que atienden a los alumnos y un vigilante de seguridad (los residentes dijeron que su presencia no es habitual). Durante la mañana también llegaron dos repartidores de comida que hicieron la entrega sin problemas.

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Sobre las 13.30 horas accedió al centro Pedro Sanmartín, alumno de una residencia cercana a la que una amiga del Galileo le pidió comida para picar en los ratos muertos. «Sólo estaba ella y el personal de recepción. Se la he dejado ahí y lo ha cogido. Me ha dicho que se encontraba bien, que no se nota nada», explicó.

La situación es distinta para los positivos (13 residentes) y sus contactos estrechos (30), que no salen de las habitaciones, donde se les sirve la comida y la cena, y permanecerán aislados al menos diez días. Para el resto, todo dependerá de los resultados de la PCR. Los residentes han firmado una declaración de responsabilidad en la que se comprometen a respetar el aislamiento.

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El colegio tiene una galería comercial con varios negocios de hostelería, cuyas terrazas estuvieron vacías casi toda la mañana, más allá de algunos clientes externos, como trabajadores del ITQ o usuarios de las instalaciones deportivas de la UPV.

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