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t Policía. Javier Juan González posa para LAS PROVINCIAS. D. Torres
El policía valenciano que cerró la embajada de Kabul

El policía valenciano que cerró la embajada de Kabul

HISTORIAS VALENCIANAS ·

Javier Juan González Torres fue uno de los últimos españoles en abandonar la capital afgana tras la toma del poder por los talibanes el pasado agosto

J. SANCHIS

Jueves, 14 de octubre 2021, 00:10

Javier Juan González Torres es literalmente el policía que cerró la Embajada de España en Kabul. Pocos hay que puedan decir que han echado el cerrojo a una legación diplomática en un país extranjero.

Nacido en Chulilla hace 39 años, es policía nacional y pertenece a la Unidad de Intervención Policial -comúnmente conocidos como los 'antidisturbios'-. Lleva en el cuerpo desde 2007 y antes había estado en el Ejército. Junto a los GEO, son los encargados de velar por la seguridad del personal y de las sedes diplomáticas en el extranjero.

No era su primera misión fuer a de España. Ni siquiera era la primera vez que prestaba servicio en Kabul. Ya había estado en Afganistán en 2017. En mayo le volvió a tocar destino durante 120 días. Cuando aterrizó en la capital afgana no tenía idea de la que se le venía encima, «aunque ya se veía que la situación estaba revuelta», puntualizó Javier.

Los agentes recuperaron la bandera que ondeaba en homenaje a los dos compañeros caídos en el atentado de 2015

«Éramos siete compañeros», explicó. Los efectivos de la UIP se encargaban de la «seguridad estática y los GEO, una decena de agentes más, de la dinámica del embajador y de los otros cargos de la legación».

Los acontecimientos se precipitaron el 15 de agosto. Los agentes se percataron de que en el núcleo exterior de la embajada, donde la seguridad corría a cargo de una contrata afgana, no estaba el personal habitual. El subinspector de los GEO cogió un coche y junto a otro compañero hicieron un recorrido por la 'zona verde' de la capital afgana.

«Se dieron cuenta de que en muchos de los puntos de control de la 'zona verde' faltaba personal», señaló González. Pero lo decisivo fue que el centro de inteligencia afgana, cercano a la embajada, estaba vacío. «Decidieron, tras conectar con Exteriores, abandonar la legación», resaltó.

«Destruimos el material sensible, sobre todo expedientes con fotografías que pudieran servir para identificar a trabajadores afganos. Y abandonamos la sede», relató. «Nos llevamos tres banderas: la de homenaje a los dos agentes caídos en el atentado de 2015; la que ondeaba, que se entregó más tarde a Exteriores; y la oficial bordada, que ahora se encuentra en custodia en la comisaría de Valencia», recordó González.

Abandonaron la legación los dos diplomáticos que quedaban (el embajador y el segundo a cargo), los diez geos, los siete de la UIP y una familia de españoles que estaba tramitando la documentación para abandonar el país cuando se decidió el cierre de la embajada. El convoy estaba formado por ocho vehículos. «Yo iba en el último y mientras mi compañero esperaba al volante, yo cerré la última puerta de la embajada», añadió.

Los vehículos se dirigieron al antiguo cuartel general de la OTAN, donde los americanos les embarcaron en un helicóptero 'chinook' para trasladarles a la base situada al norte de Kabul, que se denominaba HKIA y que en ese momento estaba bajo mando del Ejército turco. No lo sabían aún, pero iba a ser su casa casi durante dos semanas.

Las siguientes horas, tras su llegada, fueron de las más complicadas. «Apareció un policía alemán alertando de un posible ataque. Nos dijo que nos preparáramos para salir con la consigna de no dejar nadie atrás», comentó González. Fueron horas de mucha incertidumbre.

Y esa fue la sensación que más acompañó a González y sus compañeros durante los doce días que permanecieron en Kabul. «Había momentos de alerta porque la gente que se agolpaba a las puertas de la base intentaba entrar y hubo varios intentos de ataque», relató. Y añadió: «No sabíamos ni qué iba a pasar ni cuándo íbamos a volar a España».

Los integrantes de la misión española se dedicaron esos días a intentar localizar a colaboradores de los españoles para sacarlos de allí junto a sus familias. Trabajaron con la previsión de evacuar a 400 personas, pero la realidad se impuso y consiguieron sacar del país a 2.200.

No fue sencillo. Había que localizarlos. «No podíamos salir de la base. Ellos llegaban hasta la puerta y debíamos hacer que entraran y, luego, conseguirles un vuelo», resaltó. Y es que muchos de ellos estaban en peligro. «Nos llegaban noticias de que entraban en casas y mataban a gente que había colaborado con los occidentales», recordó González.

Los agentes habilitaron en la plaza de banderas de la base un espacio para acoger a los refugiados. «Delimitamos el espacio con una cinta de plástico y allí los alojábamos hasta que podían subirse a un avión. Básicamente era un poblado de chabolas que montamos con lo que encontrábamos. Con cajas, bolsas, cartones, mantas...», apuntó el policía nacional.

«Fueron momentos duros. Lo que más te llegaba era la situación de los niños», señaló González, que añadió que «había recién nacidos y teníamos que encontrar leche infantil, comida para todos, abrigo». Esos días «dormías muy poco y comías cuando podías. Adelgacé cinco kilos en los doce días que permanecimos en la base». Otro de los momentos más duros fue el atentado que costó la vida a trece soldados americanos. «Tratábamos con ellos todos los días. Nos ayudaban a buscar comida. Fue impactante», dijo.

Por fin, tras varias órdenes y contraórdenes, la comitiva consiguió abandonar el país el 27 de agosto. «El último en salir fue el embajador», indicó González.

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