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Pocas ciudades del tamaño de Valencia cuentan con un activo medioambiental tan importante como un parque natural tan cerca del núcleo urbano. De hecho, parte de ese núcleo está dentro del propio parque. La Devesa-Albufera es uno de los bosques mediterráneos costeros más grandes de España pero cuenta con una peculiaridad: a la fauna y flora típica de una zona como esta se suman los residentes, que habitan edificios de apartamentos o urbanizaciones de chalets que datan del siglo pasado. Y casi desde entonces, viven con miedo a lo que pueda ocurrir en el bosque en caso de incendio. Con una ola de calor abatiéndose sobre España y un verano que se espera tórrido a punto de comenzar, el estado del bosque preocupa más que nunca a los vecinos de la Devesa.
La presidenta de la asociación de vecinos La Devesa de El Saler, Ana Gradolí, explica que la situación con el bosque es «la misma que el año pasado». Y que el anterior. Y que el anterior. El modelo de gestión que tanto Consistorio como conselleria de Medio Ambiente aplican en el parque natural consiste en dejar que sea el propio bosque mediterráneo el que se regule. El ciclo natural de los árboles y la fauna conforma un paisaje más allá de los caminos marcados con árboles muertos, lianas, zonas impracticables... una imagen que descuidada y que parece insalubre. Nada más lejos, aseguran los expertos forestales, que apuntan que esta es la mejor manera de gestionar una zona tan amplia como la de la Devesa, con unas 800 hectáreas de extensión.
Esas plantas muertas, lo que se conoce como necromasa, son claves para el crecimiento de un bosque y conforma parte del hábitat de insectos y otras especies animales. Pero los vecinos temen toda esa hojarasca y esos troncos resecos, porque «arderán como yesca» en caso de incendio forestal, algo que por el momento no ha ocurrido pero que sobrevuela la Devesa como cada verano. Los vecinos se amparan en que hay expertos en gestión forestal que creen que es necesario cierto mantenimiento, sobre todo en un parque natural que recibe tanta presión humana (miles de visitantes cada domingo o en festivos). De hecho, un paseo por el bosque desvela que a los árboles asilvestrados hay que sumar no poco restos de origen humano, como botellas o platos de papel.
Gradolí recuerda que los residentes han pedido al Consistorio que pode los árboles más cercanos a los edificios o, incluso, que derribe los pinos situados en las proximidades de las torres de la avenida Gola del Pujol (rodeada de bosque) y plante arbustos mediterráneos autóctonos de la zona como la 'murta' y el lentisco, entre otros.
Pero no sólo esa vegetación salvaje quita el sueño a los vecinos de la zona. En caso de incendio, les preocupan varias cosas. Primero, el tiempo de respuesta de los bomberos. No porque duden de la capacidad del Cuerpo municipal, sino porque sí lo hacen de los dispositivos de vigilancia instalados en el parque. Los cañones de agua fijos anunciados por la entonces concejala de Protección Ciudadana, Anaïs Menguzzato, en 2017, se descartaron este mismo año después de que la conselleria de Medio Ambiente expresara sus dudas sobre si era necesario o no un informe de impacto ambiental para su instalación. Además, el Cuerpo de bomberos contaba con unas cámaras térmicas situadas en las azoteas de los edificios para así poder detectar casi al momento puntos de calor. Esos dispositivos no funcionan «desde hace meses», como denuncia Gradolí.
Además, en caso de incendio, aunque los porteros de los distintos edificios disponen de las llaves que abren los viales de emergencia del parque, que cruzan la Devesa como una suerte de sistema arterial de cortafuegos, Gradolí señala que no pueden abandonar corriendo sus casas. «Tenemos que esperar a que venga el personal de protección civil y los bomberos para sacarnos de forma ordenada y nos da miedo lo que pueda pasar hasta entonces», indica.
Eso sí, los problemas para los vecinos del parque natural no están relacionados únicamente con el riesgo de incendio de un bosque que consideran semiabandonado. «Los viales están en un estado lamentable», explica Gradolí. Señala distintos tramos de Gola del Pujolcuentan con grandes socavones en el suelo, provocados por el paso constante de vehículos y por las raíces que crecen bajo el asfalto.
Además, Gradolí denuncia el pobre mantenimiento de playas como La Garrofera, «donde no se ha repuesto la arena». Otras, como la de la Devesa, Arbre del Gos, Pinedo o Saler, también sufren problemas de acreción derivados de la ampliación del puerto. Esta situación ha forzado a Costas a hacer no pocos trasvases de arena desde las playas urbanas del norte de la ciudad a las del sur. Sin embargo, cuando hay un temporal costero, la playa situada junto a la urbanización La Casbah engulle literalmente el paseo marítimo.
Gradolí también critica la poca frecuencia de la línea 25, la única que les une con la ciudad, y exige mejores conexiones con Valencia. «En ocasiones toca estar esperando una hora para al final no poder subir porque el autobús viene lleno», lamenta.
Las pedanías costeras del sur de la ciudad, Pinedo y Perellonet, también tienen su particular lista de agravios con respecto al trato que reciben por parte del Consistorio. Tanto Luis Zorrilla, presidente de la asociación de vecinos del Perellonet, como Pilar Copoví, homóloga en Pinedo, ponen hincapié en el mal servicio de la EMT. Zorrilla, por su parte, cree que los cambios en la circulación por la CV-500 (se llegaron a poner unos cojines berlineses que finalmente fueron retirados por protestas vecinales) no han provocado menos atropellos de fauna, como se aducía desde la Generalitat y el Consistorio como uno de los motivos para pacificar el tránsito, sino más bien al contrario: «Me gustaría ver el recuento de vertebrados muertos porque creo que hay más que antes».
Ambos dirigentes también reclaman más presencia policial. Copoví cree que la Policía Local debería destinar «agentes especiales» a controlar las playas del sur de la ciudad, «pero hay muy poco. Como mucho, un coche y un par de quads». Zorrilla llega incluso a reclamar «una moto, sin agente, en la rotonda de entrada al Perellonet». Cree que así se solucionarían muchos problemas de seguridad en la pedanía.
Copoví también exige más control de la playa de perros, situada en la zona de la costa de Pinedo más próxima a la gola. «No se evita que los perros salgan del recinto señalizado y, además, se ponen en la orilla, donde la arena está húmeda, y en teoría ahí no pueden ponerse», indica la dirigente vecinal. La playa para perros se pondrá en marcha mañana mismo.
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
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