El primer paso para que cada ciudad cree su propia energía

Imaginar que un pueblo genere su propia energía y que incluso la pueda almacenar no es cosa de ciencia ficción ni de surrealismo cinematográfico. Dejar de depender de la factura de la luz es lo que están consiguiendo en la localidad alicantina de Crevillent, donde sus 30.000 habitantes ya se benefician de los primeros pasos para crear su propia energía e incluso poder almacenarla.

En 2020 instalaron la primera célula fotovoltaica de autoconsumo colectivo y esperan que en menos de diez años se puedan satisfacer el 50% de las necesidades energéticas del municipio. Pero no sólo se trata de instalar placas solares sino de crear todo un sistema de aplicaciones y proyectos energéticos con los que aprovechar el suministro y compartirlo. Son las primeras ciudades del futuro en las que vecinos, empresas y entidades locales creen su propia energía, son las llamadas comunidades locales energéticas.

Detrás de este modelo pionero en España está una investigadora valenciana que ha contribuido a dar los primeros pasos para diseñar, gestionar y fomentar estas ciudades que funcionen con la energía del futuro. Noemí González coordina una red de excelencia nacional llamado Hysgridque, que está compuesta por otros centros tecnológicos para desarrollar soluciones y avanzar en el conocimiento que permitan crear más comunidades energéticas locales.

A sus 30 años ha conseguido estar detrás de los primeros avances tecnológicos y de gestión que van a permitir cumplir con las directrices que marca Europa sobre la reducción de emisiones. Es decir, que es una de las piezas claves para que se llegue a aterrizar en un nuevo modelo energético.

Con la factura de la luz creciendo y con la crisis climática en el punto de mira, Noemí explica cómo trabajar desde lo local hacia lo global ayudará a cambiar el sistema energético. «La finalidad es poner en el centro al ciudadano, a la empresa o a la entidad local, es decir, hacer el cambio de algo individual, del que cualquiera pueda participar en conseguir que el consumo de la energía sea más colaborativo, eficiente y sostenible», comenta.

Pero estos primeros pasos no sólo avanzan hacia el autoconsumo sino que van más allá, y tratan de buscar soluciones que permitan almacenar también esta energía generada. Algo que podría derivar en poder exportar o trasladar esa energía.

«Lo que está claro es que cualquiera puede participar en una comunidad energética local, desde un polígono empresarial, hasta un pueblo, una ciudad, o un centro tecnológico, lo fundamental es que todos quieran participar de ello, y desde luego el beneficio después se queda en la comunidad, no sólo por el hecho de generar su propia energía sino también porque esto se traduce en empleo», insiste la investigadora.

Para Noemí en un futuro los vecinos y las ciudades podrán almacenar, gestionar y vender su propia energía pero para ello no sólo tiene que haber voluntad de empresas y ciudadanos sino sobre todo de las administraciones locales. «Marcan las reglas de juego pero también pueden ser un actor fundamental para fomentar su despliegue, para que se impulse la creación de estas comunidades y que se favorezca su despliegue o que sean proyectos de futuro».

Por eso dentro de esta red pionera también se trabaja en hacer un seguimiento exhaustivo de la regulación porque según explica Noemí, ahora mismo hay una regulación «muy básica y limitada». Su trabajo consiste precisamente en liderar un cambio en este sentido, adaptar la regulación de lo que pasa y de lo que está por llegar. «A nivel europeo se marca una hoja de ruta a la que nos tendremos que adaptar, y también se desarrollan soluciones que van más allá», dice Noemí, que con su trabajo inspira en un día como hoy, el día Internacional de la Mujer en la Ciencia.