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En la educación, libros, conversación o pantallas educativas. Y el uso personal del teléfono móvil, fuera de las aulas. Para alumnos, pero también para profesores. Esta es la filosofía que comienza a extenderse en centros valencianos en los que los encargados de impartir enseñanza predican con el ejemplo por acuerdo de colegios o institutos. «A ver si conseguimos frenar la dependencia», anhela Vicenta Rodríguez, secretaria regional de Escuelas Católicas y directora del colegio Santa María de Valencia.
Está sucediendo tanto en colegios públicos como concertados, en cuyas paredes ya se leen carteles que rezan 'colegio libre de móviles'. Es el caso del IES Les Alfàbegues de Bétera, de un millar de alumnos, donde el pequeño instrumento electrónico había puesto la convivencia patas arriba desde hace tres años.
Para empezar, los adolescentes sacaban fotos y grababan vídeos sin consentimiento de los que aparecían en las imágenes. Luego lo colgaban en redes sociales. Se sumaron extorsiones e incluso se puso en jaque la intimidad, con chicos que grabaron a las chicas en los lavabos y lo difundieron. Llegaron burlas a profesores en internet y hasta una agresión homófoba con origen en un uso inadecuado del 'smartphone'.
Los consejos no calaron. De nada servía que los profesores dijeran que no era conveniente usarlo. El móvil salía una y otra vez de las mochilas como arma de gamberradas, ataques personales y problemas de toda índole. Por no hablar del ensimismamiento de los estudiantes ante sus pequeñas pantallas luminosas, sin conversar con sus compañeros o jugar.
Pero eso ya se ha acabado. Tras la amarga experiencia, Les Alfàbegues quiso zanjar el asunto de raíz. Lo explica su director, Luis Giménez: «Había que eliminar el uso del móvil de manera generalizada. Cortarlo en los alumnos, pero también en el uso personal de los profesores en todas las zonas comunes. ¿Qué sentido tenía imponer una medida sin dar ejemplo?».
La decisión nació del equipo directivo a finales del curso pasado y se llevó al consejo escolar. «Fue muy bien acogido por los padres y los profesores también estuvieron conformes cuando el asunto llegó al claustro», recuerda.
Y las normas quedaron bien marcadas para este curso. En alumnos, mejor dejarlo en casa. Si se le encuentra a uno fuera de la mochila se le confisca, se queda en secretaría debidamente custodiado y luego los padres van a recogerlo. En profesores, prohibido en zonas comunes y permitido en sala de docentes. Las únicas excepciones son su uso escolar para pasar lista o mirar un enlace de internet para uso didáctico. Y mejor si eso se hace con el portátil o tableta de trabajo. Cuando es necesario llamar por cualquier incidencia, están disponibles los teléfonos fijos de secretaría.
El centro ha medido la mejoría en el primer trimestre. Según los datos ofrecidos por el director, más del 80% de los problemas en el instituto se debían a un uso nocivo del móvil. Ahora, en la primera parte del curso, han descendido más de un 20% las amonestaciones y los expedientes disciplinarios han caído más de un 60%. Pero el gran logro es que hay más comunicación, más actividad física y más participación en las muchas actividades de ocio. Y ninguna con pantalla de por medio.
La responsable de Escuelas Católicas está en plena sintonía con el planteamiento. Según reflexiona, «los padres están generando una dependencia bárbara al móvil de sus hijos al permitirlo a edades muy tempranas y los docentes tenemos que intentar contrarrestarlo, al menos en nuestro espacio», estima Vicenta Rodríguez. «Estamos anestesiando a los chavales, alejándolos de las relaciones humanas y eso no es bueno», agrega.
En el colegio que dirige, Santa María, también los profesores predican con el ejemplo «ante la fiebre de las pantallas». La instrucción se ha adoptado este curso. Se les pide que no lo usen para asuntos privados en zonas comunes del colegio, salvo emergencia. «Si necesitan llamar porque un crío se ha hecho daño, tienen el teléfono de secretaría». El fijo de toda la vida.
«A veces», confiesa la directora, «me veo incluso regañando a algunos jóvenes de prácticas docentes que andan con el móvil en el pasillo o hasta a alguna que otra madre que no deja de usarlo cuando entra al cole a ir a recoger a un alumno». A diferencia de Les Alfàbegues, no han puesto carteles «pero es una buena idea», valora. «Lo más importante es que las familias se contagien de este ejemplo».
También La Salle Paterna se ha convertido en 'cole libre de móvil'. «Los profesores deben hacer el mínimo uso posible en zonas comunes, como los pasillos o el comedor, y tampoco usarlo en clase», explica el director, Ángel Civera. La única excepción son los cargos directivos del centro. «Ellos sí deben estar pendientes porque puede haber una urgencia».
El nuestro «es un colegio libre de móviles, el alumno no tiene que utilizar el móvil para nada». Sí lo puede traer, «pero lo tiene que tener apagado en la mochila». ¿Y si se le pilla trasteando con el 'smartphone'? «Si es la primera vez, se le retira, se entrega a jefatura de estudios, lo recoge luego y avisamos a la familia de lo ocurrido». En caso de reincidencia, el teléfono acaba en secretaría y ya son los padres los encargados de retirarlo. El beneficio final es «favorecer la comunicación, que en los patios se comuniquen y hablen con los demás compañeros».
Eso no significa que se esté rechazando toda pantalla. La Salle las reconduce hacia el terreno educativo. Este año se ha implantado la tableta en 1º de la ESO y este medio se ampliará en el próximo curso. «Las tecnologías bien utilizadas son una herramienta eficaz para una educación mucho más personalizada, pero siempre con un uso racional y adecuado», comprende el director.
Raquel Requena es la directora pedagógica del colegio La Inmaculada de Paiporta, que alberga más de 300 alumnos y una treintena de docentes. Y también es un colegio libre de móvil. «No les puedes pedir a los alumnos que no hagan uso de él y que nosotros estemos con el aparato encima», razona. La única excepción es la jefatura de estudios y la dirección, para atender incidentes del día a día escolar o emergencias.
Su norma es clara y se adoptó por acuerdo verbal: «Uso personal del móvil en profesores sólo en tutoría o en zonas sin acceso para el alumnado». Y ha sido una medida preventiva muy bien aceptada por los profesores. Naturalmente, prima el sentido común. «Hay excepciones, por ejemplo, con enfermedades de un familiar que obligan al docente a estar pendiente del móvil», matiza. Pero si eso no ocurre, el aparato permanece en sus bolsos o espacios de la sala de profesores.
Según Requena, «queremos plantearnos aplicar dispositivos en la docencia, pero con uso pedagógico. Somos partidarios de que son buenos, pero en su justa medida». La directora pedagógica es muy consciente de que hay «que luchar contra la dependencia en redes sociales y es algo que trabajamos».
La voz de los sindicatos
¿Cómo ven los sindicatos de profesores la limitación del teléfono a profesores? «Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse», apunta Laureano Bárcena, presidente del sindicato de docentes ANPE. Desde su punto de vista, «lo importante no es si usarlo o no usarlo, sino usarlo bien y todos deben colaborar».
Bárcena es profesor de Historia en un instituto y presidente del sindicato docente más representativo a nivel nacional. A su entender, «cuando hay una prohibición más rotunda o drástica respecto a la privación del aparato habrá que saber por qué». Escuela y sociedad, ahonda, «van a la par y si fuera del colegio está el móvil dentro de los colegios, también». Pero con matices: «En un centro todo debe estar programado y la autonomía de los centros hay que respetarla».
Como docente, asegura que no tendría «ningún problema» por verse privado del teléfono en sus horas de trabajo en la enseñanza, «pero si se trata de una medida consensuada democráticamente y bien argumentada, no por imposición. Y con alternativas».
Marc Candela está al frente del sindicato docente STEPV. «Si lo decide el centro, ningún problema», resume. «Cada colegio o instituto lo regula según su régimen interno, que se aprueba en el claustro y en el consejo escolar, y hay plena libertad».
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Patricia Cabezuelo | Valencia
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