Paula Gil Leyva es la primera enfermera que preside la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF). Enamorada de su profesión y con vocación humanitaria desde su juventud llegó al cargo en noviembre. Madre de una hija, hoy lidera la organización ante el nuevo reto de la guerra en Ucrania y su crisis de refugiados.
Publicidad
–¿Qué le empujó a ser una enfermera sin fronteras?
–Me interesé por MSF desde que estudiaba Enfermería, me parecía la organización más profesional y lo corroboro tras años de trabajo en ella.
–Y se convierte en presidenta en tiempos de guerra y con una gran crisis de refugiados.
–No es nuevo. Llevamos 50 años trabajando en conflictos bélicos. Yemen, Afganistán, Yemen... Ucrania sólo viene a añadir más sufrimiento en un mundo donde ya hay muchas poblaciones que están pasando por lo mismo.
–Parece que sólo vemos el problema de los refugiados cuando nos toca de cerca.
–Sí, lamentablemente es así. Tenemos que hacer todo lo posible por ayudar a los ucranianos pero sin olvidar que los mismos derechos tienen quienes huyen de otros conflictos. En Europa parece que tenemos un doble rasero de medir con los refugiados.
–¿Cómo ve el futuro de esta guerra?
–No veo una solución a corto plazo. Y mucha gente no va a tener dónde regresar cuando acabe si se continúa atacando estructuras civiles y va a tener unas consecuencias humanitarias enormes.
Publicidad
–¿Y el de la pandemia?
–El Covid no ha acabado. La protección de las vacunas no está en todas partes del mundo. Y si la población mundial no está protegida de una manera más global el riesgo de que aparezcan variantes del virus está ahí. El problema es qué país va a tener el valor de levantar la mano y decir 'aquí hay una nueva cepa'. Sudáfrica sufrió las consecuencias de ser honesto y anunciarlo. Los países con menos capacidades son los que más van a sufrir ahora la pandemia.
–MSF trabajó con los inmigrantes del buque Aquarius. Muchos siguen hoy con un futuro incierto. ¿El sistema español falla con los refugiados?
–Absolutamente. Europa blinda sus fronteras a aquellos que huyen de países que no son del continente. Lo vemos en las fronteras con Libia. Naciones Unidos dijo que las detenciones allí son crímenes contra la humanidad y a pesar de ello hay acuerdos entre Italia y Libia para reforzar la vigilancia costera y mejorar la detención de los que escapan. Allí hay torturas, violación de los derechos humanos y su única alternativa es tirarse al mar.
Publicidad
–Y ¿qué cambiaría a nivel político o administrativo?
–Simplemente hay que aplicar el derecho humanitario: toda persona que huye de un conflicto tiene derecho a pedir asilo y que tenga los mismos derechos que sus ciudadanos para poder rehacer su vida hasta que su situación mejore. Y lamentablemente nos encontramos con una realidad donde parece que haya refugiados 'de primera' y refugiados 'sospechosos'.
–¿Somos los españoles cada vez más solidarios o nos estamos olvidando de los que sufren?
–España es uno de los países más solidarios que existen. Nuestra sociedad civil se vuelca siempre que es necesario. Aquí tenemos 500.000 personas asociadas. Somos la sección con la mayor cantidad del mundo.
Publicidad
–¿Cuál es el peso actual de los sanitarios valencianos en Médicos Sin Fronteras?
–Hay 60.000 asociados valencianos asociados. Son cifras muy importantes. Es una cadena humana de personas con afán de mejorar las cosas y que no se conforma con que el mundo esté como está. Además, hay bastantes profesionales de la región: comadronas, médicos con muchísimo compromiso, ganas e ilusión.
–¿Qué es lo que más le quita el sueño a la presidenta de MSF?
–Me preocupa muchísimo la pérdida de espacio humanitario en el mundo. Cada vez resulta más difícil llegar a esas poblaciones a las que les hacemos falta y que no pueden vivir sin la ayuda humanitaria. Lo vemos todos los días en los lugares en los que trabajamos. No se respetan las leyes de la guerra. No se respeta a la población civil. No se respetan los acuerdos para garantizar los derechos mínimos. También me preocupan los discursos radicales en contra del trabajo de los humanitarios cuando se criminaliza nuestro trabajo o se nos asocia con mafias. Eso nos pone en un serio peligro.
Publicidad
–¿Qué emergencia le ha marcado especialmente a lo largo de su vida profesional?
–Es difícil decirlo. Son todas. Uno de los contextos que más me ha llegado por el abandono y la falta de conocimiento que existe sobre su realidad es la República Centroafricana. Allí llevamos trabajando desde hace décadas. Hay una población sometida a un conflicto armado permanentemente y las necesidades más básicas no están cubiertas. Allí MSF tiene un presupuesto mayor que el del Ministerio de Salud del país. No tienen medios y tenemos una misión con cientos de personas intentando llegar a quien más lo necesita.
–¿Puede estimar cuántas vidas salva Médicos Sin Fronteras?
–El año pasado se hicieron más de 800.000 consultas prenatales, 260.000 partos por todo el mundo... Son numeros elevados, pero son pocos si lo comparamos con la cantidad de necesidades que existen en este mundo.
Noticia Patrocinada
–¿Qué enseñanza deja a médicos y enfermeros humanitarios presenciar tanto sufrimiento?
–Acabamos siempre con un sentimiento de indignación, pero esa indignación acaba convirtiéndose en un motor para seguir trabajando, más que un bloqueo. Lo que presenciamos en el terreno nos ayuda a tener claro que nuestra presencia es imprescindible, que hay que trabajar muchísimo para prestar ayuda humanitaria, que hay 86 millones de personas viviendo gracia a la ayuda humanitaria. Un sufrimiento tan real es al final nuestro combustible.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.