María sabe lo que es colocarse un diazepam debajo de la lengua. Y esperar. Hasta que la taquicardia remita. Hasta que sus pulmones vuelvan a respirar con normalidad. Tiene sólo 15 años, pero la ansiedad le ha truncado su niñez y adolescencia en dos. Ella es una de los más de 10.000 adolescentes valencianos que recurren al uso de ansiolíticos de manera habitual, según una estimación que ha hecho LAS PROVINCIAS a partir de los últimos datos aportados a nivel nacional por el Ministerio de Sanidad. Unas cifras preocupantes en comparación con los datos obtenidos en 2014, cuando sólo 1.800 adolescentes tenían que tomar benzodiacepinas a diario.
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El nombre de María es ficticio para preservar la intimidad de la menor. Y ojalá lo fuera también el diagnóstico de ansiedad que recibió cuando cumplió los 12 años. «Cuando estaba en mi casa no podía parar de llorar y también me daba muchos atracones», mueve agitando las manos. Su madre está a su lado mientras habla. Su mano le ayuda a que cese el temblor de su cuerpo. Y es que la niña ha hecho de su vivienda un fuerte donde esconderse y sacar todo el dolor de su pecho en el llanto. Porque los demonios que le atormentan le esperan fuera.
«Siempre se han metido con mi físico. Me llamaban gorda, foca, bollo...», dice María entristecida. No recuerda un tiempo en el que no fuera el objeto de todo tipo de burlas. Palabras que se clavan como un puñal directo a su autoestima. En una de las edades más delicadas de la vida, la joven recibe constantemente mensajes de que necesita adelgazar. «Me diagnosticaron anemia y no podía ponerme a dieta y eso también me generaba mucha ansiedad». Va refugiada en una sudadera ancha, convencida de que los mensajes de sus acosadores que le hacen creer que tendría que estar avergonzada de su cuerpo son ciertos. Gente que se divierte machacando todo el día a una niña dulce y risueña. Tratando de que la sonrisa que luce por costumbre se esfume de un plumazo de su rostro.
Hace poco le dio un ataque de ansiedad pronunciado. Como cualquier niña de su edad, quería participar en el 'playback' que organizaban en su falla. Pero cuando llegó, el resto de jóvenes ya estaban bailando y no habían contado con ella. Cuando lo recuerda, María se pone una mano en el pecho. «No podía respirar. Me ahogaba». Tuvieron que sacarla a cuestas del casal para que pudiera recobrar la calma.
La ansiedad y la anemia se juntan con sus múltiples alergias. La joven de 15 años tiene alergia al olivo, a la gramínea, a los ácaros del polvo y al platanero de sombra. «Era muy frustrante ver cómo mi cuerpo y mi cara se hinchaban constantemente», cuenta María. Le dieron un tratamiento de cortisona, pero sólo hizo que empeorar las taquicardias fruto de los ataques de ansiedad. Fue en una de sus visitas a urgencias por estos síntomas cuando le recetaron 'diazepam', un ansiolítico. Para ella, esa pequeña pastilla es su salvavidas cuando no funciona todo lo demás. Lo intenta todo, meditar, escuchar música, distraerse viendo el atardecer... pero hay veces que nada es suficiente y tiene que recurrir al uso de fármacos porque es incapaz de acallar su mente.
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María habla con soltura para explicar sus problemas de ansiedad. Sin embargo, duda ante la pregunta: «¿Qué te gusta hacer?» La joven mira a ambos lados de la estancia. Nunca abandona esas cuatro paredes. «Es que no quedo nunca con ningún amigo, casi no salgo de mi habitación. Tengo 15 años y me siento como si ya hubiera llegado a los 40», cuenta dolida por su situación.
Para ella, la pandemia lejos de producirle estrés le hizo sentirse cómoda. Los monstruos que le acechan no se podían acercar a hacerle daño. No es la única adolescente en esta situación, Gracia Vinagre, psicóloga de la Federación de Salud Mental CV, destaca que la ansiedad en los institutos se ha disparado muchísimo. De hecho, el 70% de los pacientes que acuden a consulta son adolescentes con ansiedad. «Es verdad que recetar ansiolíticos es el método más rápido y a veces el sufrimiento es muy grande y hay que paliarlo», comenta Vinagre. Sin embargo, alerta de que las benzodiacepinas no son la vía más conveniente para los adolescentes «porque generan mucha adición y también síndrome de abstinencia y alta dependencia».
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