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PAU SELLÉS
Domingo, 12 de diciembre 2021
Tollos 'rivaliza' año tras año con la vecina localidad de Famorca por ser el municipio menos poblado de la provincia de Alicante. Diez vecinos separan a uno del otro según los últimos datos del INE, siendo Tollos el menos habitado con 35. Ambos forman parte (junto a otros cinco pueblos) del Valle de Seta, una de las subcomarcas más despobladas de la Comunitat y donde viven poco menos de 800 personas.
Sin embargo, lo que podría parecer un bucólico remanso de paz es en realidad una zona con «serios problemas de seguridad». Así lo asegura el alcalde de Tollos, el popular Félix Frau, quien reconoce la «intranquilidad» con la que viven muchos vecinos del valle. Una de las razones para entender esta situación es la cada vez menos frecuente presencia de la Guardia Civil por la zona: «Cuando era pequeño los agentes pasaban por Tollos casi cada día, y ahora prácticamente no se les ve».
El cuartel más cercano se encuentra en Cocentaina, un trayecto de poco más de 20 kilómetros que por la angosta y serpenteante CV-720 se traduce como mínimo en media hora. Tiempo más que suficiente para que los asaltantes puedan salir del municipio sin ser alcanzados.
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Frau explica que en uno de los últimos allanamientos que sufrió la casa consistorial se llamó a la Guardia Civil a las 9 nueve de la mañana, «pero la patrulla no apareció hasta primera hora de la tarde». Y es que el Ayuntamiento es uno de los objetivos habituales de los delincuentes, donde han entrado a robar en las dos últimas Navidades: «No entiendo que lo sigan haciendo; en los ayuntamientos ya no guardamos dinero. Una vez se llevaron 70 euros que teníamos en la caja por permisos de obra, pero nada más». Testimonios de estos allanamientos son el renovado portón de entrada y una cajonera forzada pendiente de reparar (lo más parecido que se puede encontrar en un pueblo a las marcas de disparos del 23-F en el Congreso).
El último robo lo sufrió el bar del pueblo, que se encuentra junto a la piscina municipal, y donde entraron hace apenas dos semanas. Sin embargo, este suceso quedó en nada si lo comparamos con el acaecido en 2016, cuando desvalijaron literalmente el establecimiento. Se llevaron hasta el vallado que circundaba la piscina, un botín superior a los 10.000 euros. Si uno pasea por las calles de Tollos, es difícil encontrar a alguien que no sienta intranquilidad ante esta situación.
Ana Frau recuerda que a su primo le robaron el coche en la puerta de su casa hace unos años. Aunque ella vive en Barcelona, mantiene el hogar familiar en Tollos, y lamenta que hace tres años cerraran el centro geriátrico, uno de los escasos servicios con los que contaba el pueblo: «Al tenerlo al lado de casa me sentía más segura, porque siempre había gente dentro». Por ese motivo, esta vecina ve con esperanzas el reciente anuncio de la Generalitat de convertir el inmueble en un centro juvenil gracias a su integración en el plan Convivint.
Esta falta de seguridad ha hecho que en Tollos no sean partidarios de acoger ciertos servicios, como por ejemplo un cajero automático. Así lo reconoció el alcalde tollero ante la propia directora general de l'Agenda Valenciana Antidespoblament. «Un cajero sólo nos traería problemas. No iba a durar ni una semana sin que vinieran a por él», dijo.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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