«Recuerdo perfectamente las llamas de diez metros de altura y a los bomberos descansando y tomando café en el patio de mi casa». En 1992, Manuel Martínez era un adolescente de Gátova que vivió en primera persona el peor incendio que ha vivido la zona. El fuego rodeó al municipio y apenas dejó una montaña sin quemar. El fuego que vino de Alcublas circunvaló el término municipio hasta el Pico del Águila. Tres décadas después, el monte se ha regenerado por sí mismo y presenta un buen aspecto.
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Aunque el incendio acaecido el año de las Olimpiadas de Barcelona y de la Expo de Sevilla fue el más virulento en cuanto a hectáreas quemadas, no ha sido el único que ha acosado a la localidad más al norte de la comarca del Camp de Túria.
Entre muchos de los 400 vecinos que residen en Gátova también hay espacio en la memoria para años que casi recitan de memoria: 2012, 2015, 2017 y este mismo 2022. En todos ellos el fuego volvió a convertirse en una pesadilla para todos.
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El incendio de más riesgo para la localidad, en opinión de los residentes, fue el del año 2017. «Dicen que fue por un rayo pero no nos lo acabamos de creer», apunta el propio Martínez, actual alcalde del municipio quien recuerda cómo el fuego se inició alrededor de las siete de la tarde y se acercaba peligrosamente hacia la zona de las urbanizaciones.
Milagrosamente, hacia las nueve de la noche, el viento cambió su trayectoria y desvió el fuego: «Hubiera sido una catástrofe», comenta sin ninguna duda el primer edil.
El más reciente en la memoria se produjo este mismo mes de agosto. El trabajo de los equipos de extinción detuvo las llamas a varios kilómetros del casco urbano en unas horas que se hicieron eternas para todos los vecinos.
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«No podemos estar todos los años con el 'ay' en el cuerpo», ha señalado Martínez, quien ha calificado de «urgente» la necesidad de contar con más gente en la brigada de emergencias que se dedica a la limpieza del término municipal. Actualmente destinan unos 60.000 euros a este fin: «Con nuestros recursos no llegamos. El perímetro del pueblo lo tenemos que limpiar todos los años y no tenemos presupuesto para esto», ha recordado el alcalde, quien ha puesto sobre la mesa que con un presupuesto anual de medio millón de euros poco más se puede hacer: «Si la Generalitat o la Diputación ponen más dinero, limpiaremos más. Nuestro presupuesto son habas contadas y se destina a pagar las nóminas de los trabajadores».
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Juan Sanchis
El segundo aspecto que también ha querido resaltar es la necesidad de que la agricultura reciba más ayudas, pues, como se ha demostrado tanto en este como en otros muchos incendios, los campos cultivados son los mejores cortafuegos que existen: «Está más que claro que el fuego se para cuando se encuentra con un campo que un agricultor ha trabajado».
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Sin embargo, la escasa rentabilidad del campo ha provocado el abandono de muchos terrenos. Estos campos, en los que crece la maleza y la vegetación sin control se convierten en la mejor gasolina para los incendios.
De este modo, se está observando una transformación de terrenos agrícolas a forestales con otros problemas añadidos como las trabas para quitar pinos. Martínez ha insistido en pedir la ayuda de la administración ante unos incendios «cada vez más agresivos».
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