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En un rincón de la Universitat Politècnica, un grupo de ingenieros se dispone a obrar un milagro. No cualquier milagro. Se trata de uno ... de esos prodigios que sólo se explican aludiendo a la ciencia, más conveniente que si atendemos a lo sobrenatural. Al frente del equipo de investigadores, figura José Miguel Adam, un joven catedrático de ingeniería civil del instituto ICITECH de 47 años de edad, que ha reunido en el campus valenciano la aportación de un total de doce científicos, entre otros expertos. Un grupo multicultural: sus integrantes proceden de siete nacionalidades diferentes (Mauricio, Indonesia, Argentina, Ecuador, Colombia, Italia y, por supuesto, España), unidos en el ámbito de la ingeniería para sacar adelante una serie de proyectos que tienen mucho de proeza: «Nuestro objetivo es mejorar la resiliencia de edificios y puentes». Buscan en definitiva casi un imposible: puentes irrompibles, el objetivo final de dos de sus proyectos más ambiciosos y llamativos.
Un milagro cada día más próximo en un contexto también cada día más complicado: «Nuestra gran preocupación actual en materia de conservación de puentes es el envejecimiento y el cambio climático. No sabemos al cien por cien el estado de estas construcciones». Adam, que a sus habilidades como ingeniero añade una sobresaliente capacidad divulgadora, recuerda cómo menudean los colapsos de edificios y puentes y explica que su trabajo consiste precisamente en poner los medios para evitarlos. «Son colapsos debidos, principalmente, a la mayor frecuencia de desastres naturales y al envejecimiento de nuestras infraestructuras». observa.
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Una particularidad que justifica que ya en el año 2013 decidiera crear, junto con otros cuatro catedráticos de la UPV, una empresa nacida como spin-off de ese campus con la misión de profundizar en uno de esos campos de su investigación. El alumbramiento de Calsens, empresa de la cual es socio y cofundador, formada por un equipo multidisciplinar de ingenieros civiles, de telecomunicación e informáticos, se debe entender a partir de una catástrofe ocurrida cinco años después de su gestación: su punto de inflexión fue el trágico colapso del puente de Génova (Italia), que se vino abajo con el dramático balance de 43 muertos. «A partir de entonces», señala Adam, «conseguimos más fondos para investigar y las entidades públicas se interesaron más por el trabajo que llevábamos a cabo en Calsens».
En total, más de 400.000 euros financiados por el Ministerio de Ciencia a Innovación a un consorcio de tres universidades (UPV, Universidad de Vigo, y Universitat Politècnica de Catalunya) y 600.000 euros financiados por la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI) para un proyecto liderado por Calsens y la firma alicantina COTAACOTA, en el cual colabora la UPV con equipos de los institutos de investigación ICITECH e ITEAM.
Esa compleja alianza de esfuerzos, un modelo de colaboración en red entre lo público y lo privado, fructifica estos días en el campus de Tarongers en una doble vertiente. Por un lado, en una inmensa nave de aire catedralicio (mide 15 metros de altura), Adam, su equipo del ICITECH y los ingenieros de Calsens analizan la resistencia de un tramo de puente de hormigón elaborado para su uso exclusivo mediante técnicas convencionales de pretensado como si fuera de verdad... aunque en realidad sólo existe para ser sometido a este tipo de ensayos. Huele a soldadura, se escucha el trajín de hierros y otros materiales, sudan la camiseta los investigadores a pie de obra... Unos metros más allá, en una zona verde del campus, otro puente (esta vez, de acero) ejerció hace años la misma función y hoy sólo sirve como testigo mudo e inmóvil del éxito cosechado por el grupo de investigadores de la UPV e ingenieros de Calsens, convertido en una escultura que decora el campus.
A su alrededor posan Adam y sus compañeros, mientras recuerdan la curiosa peripecia de este artefacto: en vida se llamaba puente de Fernandet, procedía del interior de Alicante y llegó a sus manos a través de FGV, uno de los principales clientes de Calsens, para experimentar hasta qué punto de resistencia llegaba una vez sometido en su laboratorio a pruebas extremas. Por ejemplo, 30.000 ciclos de carga, obra de una serie de gatos hidráulicos, que lo llevó al borde del colapso. Superada con éxito la prueba, el equipo de Calsens pasó a la siguiente pantalla.
Ese otro eslabón de la cadena investigadora aguarda al lado, en un impersonal edificio llamado Centro de Desarrollo Empresarial, que aloja a las empresas nacidas de la mano de la UPV y alberga también la sala donde se monitorizan el comportamiento de tres puentes. En una pared, tres pantallas escanean una serie de puntos de la red ferroviaria de la Comunitat (en concreto, en la provincia de Alicante) donde ingenios semejantes aseguran la fiabilidad de la red ferroviaria: son los puentes de Mascarat, Algar y Quesis, dotados de unos sensores fabricados con fibra óptica («Son sensores con un funcionamiento extraordinario porque es son inertes, estables y no se corroen», observa Adam) que envían información en tiempo real hasta el campus, decisiva en caso de emergencias. «Son alertas que nos avisan en caso de peligro, incluso si hubiera un atentado terrorista, y permiten detener el tráfico de trenes», explican los ingenieros de Calsens, que se pasan el día vigilando las tres pantallas. «Y si detectan anomalías en la estructura de los puentes, aunque sean menores, también mandan avisos y nos permite solucionarlas»
Parece ingeniería (y lo es) pero también tiene mucho de trabajo creativo, como advierte Adam: «Yo siempre digo que este trabajo es, en cierto modo, artístico». El ensayo con este puente metálico sirve como pista para el mismo protocolo seguido ahora dentro de la nave, donde Adam y sus colaboradores testan ese otro puente de hormigón mediante un sistema de sensores «de última generación». Adam reitera que su labor tiene algo de utopía («Queremos puentes que no se rompan nunca», subraya) e insiste en que mientras alcanzan ese sueño pueden «optimizar las labores de mantenimiento y conservación» de los puentes sometidos a su estudio, «evitando colapsos». ¿Cómo? Es una pregunta de respuesta sencilla aunque sorprendente: el propio equipo de científicos provoca «de forma controlada» una serie de daños «que no podríamos provocar en puentes reales y ver hasta dónde resiste». Prueba y error: una vez observada la reacción del objeto de su estudio a escala, trasladan luego esa experiencia y sus resultados hasta el ámbito real
¿Moraleja? Para mantener en buenas condiciones los puentes ya existentes se necesita de estos conejillos de Indias que han llegado hasta sus manos y que ahora van a aplicar sus hallazgos incluso fuera de España: Portugal, Colombia... Un caso de éxito con ADN valenciano. Ocurre, en efecto, que el experimento tiene algo, si se permite la analogía, de fallero: porque el destino de este puente de hormigón, de seis metros de largo y un ancho de 1,15 metros, con elementos de pretensado como es habitual en puentes de cierta longitud y escalado sobre dimensiones habituales en puentes de esta índole, según señala Adam, es el de perecer en su particular noche del 19 de marzo. La idea es someter su estructura a tal cantidad de daños y ensayos que acabe sucumbiendo, porque ese colapso ofrecerá la información que busca el ensayo: proponer estrategias para monitorizar, a tiempo real, la seguridad del puente. Sólo así se evitarán casos como el reciente colapso del puente de Piedrafita, que se vino abajo el año pasado en la autovía que une la Meseta con Galicia, un desplome que pudo provocar una tragedia como la ocurrida en aquel puente genovés pero que se pudo impedir milagrosamente.
Su investigación se dirige precisamente con esa intención: no depender de la fortuna. «Aunque no podemos hablar de que haya entre nosotros puentes inseguros, aún queda mucho por avanzar en su conservación», advierte. «Tengamos en cuenta», prosigue, «que muchos de ellos han envejecido y las acciones que actúan sobre ellos son mayores que las previstas en su concepción inicial». ¿Conclusión? Una frase con pinta de titular: «La ciencia se genera en la universidad y una spin-off la lleva a la calle».
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