Francisco Martínez Mojica, en su laboratorio. jesús signes

A las puertas del Nobel

Francisco Juan Martínez Mojica, profesor de la Universidad de Alicante, se queda un año más a un paso de conseguir el prestigioso galardón por su trabajo sobre el ADN

J. SANCHIS

Domingo, 7 de octubre 2018, 00:03

valencia. Con 55 años recién cumplidos, su cumpleaños fue el pasado viernes, Francis Mojica ha vivido una semana intensa. Por segundo año consecutivo se ha quedado a las puertas de conseguir el premio Nobel (en la categoría de Medicina o Química) gracias a su descubrimiento: el CRISPR, siglas en inglés de clustered regularly interspaced short palindormic repeats.

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El pasado lunes la Academia Sueca iba a otorgar el Nobel de Medicina y él se encontraba en todas las quinielas. Así lo expresaba ese día en un tweet Lluis Montoliu, investigador del CSIC que utiliza el sistema descubierto por Mojica en sus investigaciones: «Tic, tac, tic, tac... en una horita aproximadamente saldremos de dudas. O para celebrarlo o para esperar una mejor ocasión, que llegará. Ainssss ....». Al final, no pudo ser. Tampoco se concretó la otra posibilidad, ganar el de Química, que se hizo público el miércoles. Otro año será.

Nada de esto estaba en la mente de aquel joven nacido en Elche en la década de los sesenta del siglo pasado que sólo quería trabajar en la fábrica familiar para ganar un dinerillo que gastar con los amigos. Fue la insistencia de sus padres la que consiguió que estudiara una carrera. Él eligió Biología y gracias a ella, y con los años, se ha ganado un lugar en los libros de historia.

Este ilicitano, ahora profesor titular en el Departamento de Fisiología, Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante, y «muy normal», en palabras de un colega de la Miguel Hernández, se ha convertido en el primer valenciano que puede conseguir el premio Nobel de Medicina tras poner las bases de una técnica que ha supuesto un salto de gigante para el mundo científico.

Las raíces de su trabajo se pueden encontrar en la tesis doctoral que defendió en 1993. Pocos vieron en ese momento la potencialidad que se escondía detrás de una investigación que Mojica empezó en las salinas de Santa Pola.

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En su momento, Mojica lo vio como una apuesta. Se la jugó escogiendo un tema que no parecía demasiado atractivo y en el que no muchos creían. Pero aquellos «bichos», como él mismo los calificó en una entrevista en LAS PROVINCIAS, «eran muy interesantes desde el punto de vista biológico». Era la arquea Haloferax mediterranei.

Mojica observó que varias secuencias del genoma estaban repetidas y pensó que tendría que haber un motivo. Las bautizó inicialmente como SRSR y luego las denominó CRISPR. El investigador se dio cuenta, ya corría el año 2003, de que se trataba de una inmunidad adquirida por esas bacterias tras una evolución de millones de años para protegerse de los virus.

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Las consecuencias eran inmensas. Se abrían numerosas puertas porque se pueden programar las bacterias y hacer con ellas lo que se quiera (descontaminar vertidos, fármacos, antimicrobianos...).

Al principio, su descubrimiento paso casi desapercibido. Tuvo que pasar casi una década para que Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna asombraran al mundo. Habían descubierto la forma de editar los genomas y modificar el ADN. La técnica genética que derivaba del CRISPR les valió a las dos investigadoras el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2015. Irónicamente Mojica se quedó fuera.

Todo un golpe. Pero el tiempo, afortunadamente no demasiado, se encargó de corregir el entuerto. Dos años más tarde, las dos biólogas y Francis Mojica ganaron el Albany Medical Center Prize in Medicine and Biomedical Research, el máximo galardón científico de Estados Unidos y uno de los más prestigiosos del mundo.

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Es entonces cuando se conoció que era candidato al Nobel. Mojica recuerda su reacción: «Me quedé pasmado. Nunca en mi vida hubiera imaginado nada parecido», aseguró en la entrevista antes citada. Es más, ha asegurado con humildad que quizá él nunca hubiera caído en la cuenta de la aplicación práctica del CRISPR, porque lo suyo es la investigación básica reconociendo así el mérito de las dos investigadoras.

A partir de entonces los premios y distinciones se han sucedido casi interrupción. Es doctor honoris causa por la Universitat de València y la Poltècnica, Hijo Adoptivo de Elche. Ha recibido el PluS Alliance a la Innovación Global, el Nacional de Genética o el Jaime I de Investigación Básica, por sólo citar algunos. Pero la lista seria interminable.

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Para sus colegas, la investigación de Mojica ha descubierto un Mediterráneo en el campo de la ciencia. Juan Lerma, profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Neurociencias de Alicante y antiguo director de este centro, califica de «revolucionario» el descubrimiento realizado en los primeros años del siglo por Martínez Mojica.

Lerma considera que su investigación abre el camino a un sinfín de posibilidades en el campo científico. Algunas de las más evidentes están relacionadas con la medicina, ya que permite la modificación del ADN en terapias genéticas. Y, para él, sin duda se merece el Nobel. «Si tienen que dividirlo entre los tres investigadores, él tendría que llevarse el 50% del premio y las otras dos, un 25% cada una», explicó.

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Este año no ha podido ser. Pero las espadas continúan en alto y 2019 puede ser su oportunidad. Méritos, según sus colegas, no le faltan. Como señaló Montoliu en un tweet, el CRISPR tendrá que esperar a otro año. Mientras, Mojica sigue acumulando premios, nacionales e internacionales por su descubrimiento, y tiene tiempo para asimilar que en la actualidad es uno de los científicos con mayor prestigio.

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