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Joaquín Ferrándiz mató a cinco mujeres entre 1995 y 1998. Un juzgado lo condenó en el año 2000. Y este mes de julio está prevista su salida de prisión. Es considerado el primer asesino en serie de la historia reciente en España. Una figura, la del criminal que por sistema acaba con la vida de varias personas, que despierta un extraño interés en nuestra sociedad, mezcla de fascinación y de terror. La literatura y el cine tienen parte de culpa. Han otorgado a estos sujetos un halo de misterio posiblemente inmerecido. Lo decía en una entrevista Joe Penhall, creador de la serie 'Mindhunter', que analiza precisamente cómo actúa la mente psicópata. «Lo único fascinante sobre los asesinos en serie es lo aburridos y lo normales que son, y cómo gente normal se convierte de alguna forma en alguien aberrante», explicó en su visita al festival Serielizados.
A todos los que conocieron a este vecino de Castellón les sorprendió algo similar. Lo anodino que parecía. Y la falta de razones para ejercer una violencia extrema como la que empleó. Nunca fue capaz de explicar qué le llevó a estrangular a cinco jóvenes a finales de los 90, y a ocultar sus cuerpos después. Criminólogos y policías intentaron hallar una motivación y adujeron que se debía a un supuesto odio hacia un tipo de mujer. La búsqueda de un patrón sobre cómo actúan estos depredadores es algo en lo que llevan trabajando años distintas corrientes científicas, como la psicología, la antropología o la sociología, empeñadas en saber por qué hay gente que asesina de forma repetitiva y con una misma manera de matar.
Pero en muchos casos la conclusión es cruda: lo hacen porque sí. «La Guardia Civil y la Policía han tenido que aprender a lidiar con personas que matan sin pretexto, sin razón, a víctimas que no conocen, porque sí, por placer. Personas que no tienen ningún trastorno mental en el sentido clásico de la palabra», apuntan Manuel Marlasca y Luis Rendueles en el libro 'Así son, así matan'. Y en esta explicación, además de a Ferrándiz meten a otros como Antonio Anglés, Javier Rosado, autor del crimen del rol, o a los verdugos de Anabel Segura, Emilio Muñoz y Cándido Ortiz.
Un posible desdoblamiento de la personalidad es un lugar común en el que se suelen refugiar abogados e investigadores para tratar de entender algunos de estos cruentos comportamientos, una especie de caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Otra vez el paraguas de la literatura. Al propio Ferrándiz le costaba reconocerse en sus testimonios cuando se escuchaban en el juicio, como si fuese la acción de otra persona, como si no se identificase con esas atrocidades que él mismo practicó.
Hay otra tendencia común que no siempre se ajusta a la realidad, la de concebir a los homicidas como personas que han crecido en el universo de la delincuencia. A veces no es así. A veces son seres dentro de los estándares convencionales, que no despiertan ninguna sospecha, con una apariencia corriente que actúa como su mejor coartada. Ferrándiz encajaba en este perfil, de ahí la sorpresa de sus vecinos y allegados cuando se le asoció con los cuerpos aparecidos.
«En España Ferrándiz es el asesino en serie que más se ajusta al cliché del chico de al lado, el hombre encantador que de pronto va matando mujeres», argumentaba el criminólogo Vicente Garrido, que fue uno de los primeros profesionales que estuvo en contacto con él.
Sus familiares no daban crédito tampoco. «En ningún momento he encontrado nada raro en el comportamiento de mi hermano», confesaban a los periodistas tras la detención. Ese misterio, esa posibilidad de que cualquiera puede esconder a un criminal, es otro de los motivos por lo que esta clase de criminales acaparan la atención mediática y de las calles.
En nuestro país, afortunadamente, no ha habido muchos individuos de estas características. Aunque los que ha habido han generado gran impacto en la sociedad. Es el caso de Alfredo Galán, al que se le conoce por dejar junto a sus víctimas una carta de la baraja española, eso lo convirtió en el asesino del naipe. Remedios Sánchez era una cocinera de bar y pasó a la posteridad tristemente por asesinar en 2006 a varias ancianas para robarles el dinero y así liquidar sus deudas por la adicción al juego. Joan Vila acabó con la vida de once ancianos en una residencia de Girona entre 2009 y 2010 lo que le llevó a que en listas macabras como esta se le denomina el celador de Olot.
Pero mucho antes de que todos estos acaparasen las crónicas negras estuvo Ferrándiz, al que se le considera el primer asesino en serie de la historia de España reciente. La investigación para destapar su nombre obligó a muchas unidades policiales a cambiar sus protocolos, a mejorar sus técnicas, a contar con nuevos métodos científicos. Les sirvió para aprender a desenmascarar en un futuro a otros perfiles semejantes, para que en búsquedas posteriores no se pasasen por alto datos importantísimos como ocurrió con el criminal de Castellón.
Su rastro comenzó a destaparse precisamente un 2 de julio, pero de hace 28 años. En 1995 mató a Sonia Rubio. La desaparición de esta chica extrañó a sus familiares y amigos, que rápidamente se temieron lo peor y alertaron a la policía. Acababa de volver de un viaje de Londres, ni siquiera había deshecho la maleta. Salió de fiesta y no volvió. Esa noche tuvo la mala suerte de cruzarse con un asesino en serie.
Su cuerpo tardó meses en encontrarse. Y mientras tanto Ferrándiz seguía adelante con su vida, sin levantar sospechas, sin que nadie reconociese en su rostro el mal que está propagando. Porque continuaba matando sin que se supiese. Hasta que los cadáveres comenzaron a descubrirse y el temor a un homicida sin identificar alarmó a la sociedad y preocupó en los despachos policiales. Así hasta 1998, fecha en que las pistas lo apuntaron, lo cercaron, permitieron que se le atrapase. Faltaba conocer quién era aquel hombre, qué le había llevado a actuar de ese modo.
En enero del año 2000 un juzgado lo condenó a 69 años de cárcel, pero la pena máxima legal en España es de 25 años y esos se cumplirán en julio. Por ello a finales de este mes saldrá a la calle, dejará atrás el Centro Penitenciario de Herrera de la Mancha, para iniciar una nueva vida. Las dudas sobre su posible rehabilitación entre rejas planean ante su salida. Los familiares de las víctimas ya han pedido que se extremen las precauciones. Ferrándiz, eso sí, no podrá acercarse a las localidades donde cometió los crímenes durante 10 años más. Preocupan también sus antecedentes, puesto que anteriormente ya había pasado cinco años en prisión, tras ser condenado en 1990 por un delito de violación. Y después reincidió. Es por tanto su segunda salida de prisión.
¿Tiene capacidad de transformarse un ser así? ¿Está nuestra sociedad preparada para la reinserción de criminales? ¿Qué vida le espera? Todas estas son las dudas que arroja la noticia de su puesta en libertad.
«Sabemos por la investigación que las probabilidades de cometer delitos violentos después de un tránsito tan largo en la cárcel disminuyen de una manera muy sustancial y que los impulsos homicidas disminuyen por razones biológicas con la edad», argumenta Vicente Garrido en el podcast 'Ferrándiz. Alrededor de un asesino en serie'.
Aún así la inquietud es grande. Todas las miradas están puesta en él.
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